el catalán
La Telaraña en El Mundo.
Todos sabemos que el catalán es una lengua litúrgica y también sabemos lo que, realmente, eso significa. Lo saben los filólogos, los sociólogos, los juristas, los científicos, los educadores y los economistas. Lo sabe cualquiera que pretenda hacerse entender en la tecnológica aldea global que hoy es el mundo; un complejo cónclave con aires de dispersión y cosmopolitismo donde, sin embargo, cualquier lengua que no sea capaz de adaptarse, como una esponja, a un sin fin de sucesivas evoluciones, contaminaciones y mutaciones -algunas más dolorosas que otras- acaba finalmente sitiada por un gran silencio alrededor. El silencio insoportable del aislamiento y la incomprensión.
También lo saben, desde luego, los políticos, pero como si no. Su aparente entusiasmo es también su forma de vida. Será que una lengua de culto siempre deja un campo abierto a la especulación y al rédito, al cinismo de considerar que su restringida, pero siempre adoctrinada clientela, bien merece que alguien les pase, de vez en cuando, la bandeja de alpaca y hasta el cepillo. La presidenta Munar, la OCB y los restos del PSM están en ello. Los inútiles del irrelevante Lobby y la soldada de ERC también. Hay que ver cuánta gente merodea los estercoleros.
Muy distinta es la situación de muchos de los excelentes escritores mallorquines que han hecho del catalán su herramienta de trabajo, su medio y también -aunque les pesen las estrecheces- su principal ámbito de comunicación. Pienso en Jaume Pomar o en Ángel Terrón, viejos conocidos. También en las exquisiteces de Biel Mesquida. Pero sobre todo en el entusiasmo y curiosidad sin límites de un Antoni Serra que ha conseguido trascender cualquier visión tendenciosa y partidista de la vida gracias a su pasión -con rango de júbilo sin restricciones- por el conocimiento y la literatura, más allá de la lengua en que haya sido concebida. Ese es el camino a seguir y hasta puede que no haya otro. Tender puentes sobre los abismos y crear territorios de luz para que los guetos, todos, desaparezcan.
Todos sabemos que el catalán es una lengua litúrgica y también sabemos lo que, realmente, eso significa. Lo saben los filólogos, los sociólogos, los juristas, los científicos, los educadores y los economistas. Lo sabe cualquiera que pretenda hacerse entender en la tecnológica aldea global que hoy es el mundo; un complejo cónclave con aires de dispersión y cosmopolitismo donde, sin embargo, cualquier lengua que no sea capaz de adaptarse, como una esponja, a un sin fin de sucesivas evoluciones, contaminaciones y mutaciones -algunas más dolorosas que otras- acaba finalmente sitiada por un gran silencio alrededor. El silencio insoportable del aislamiento y la incomprensión.
También lo saben, desde luego, los políticos, pero como si no. Su aparente entusiasmo es también su forma de vida. Será que una lengua de culto siempre deja un campo abierto a la especulación y al rédito, al cinismo de considerar que su restringida, pero siempre adoctrinada clientela, bien merece que alguien les pase, de vez en cuando, la bandeja de alpaca y hasta el cepillo. La presidenta Munar, la OCB y los restos del PSM están en ello. Los inútiles del irrelevante Lobby y la soldada de ERC también. Hay que ver cuánta gente merodea los estercoleros.
Muy distinta es la situación de muchos de los excelentes escritores mallorquines que han hecho del catalán su herramienta de trabajo, su medio y también -aunque les pesen las estrecheces- su principal ámbito de comunicación. Pienso en Jaume Pomar o en Ángel Terrón, viejos conocidos. También en las exquisiteces de Biel Mesquida. Pero sobre todo en el entusiasmo y curiosidad sin límites de un Antoni Serra que ha conseguido trascender cualquier visión tendenciosa y partidista de la vida gracias a su pasión -con rango de júbilo sin restricciones- por el conocimiento y la literatura, más allá de la lengua en que haya sido concebida. Ese es el camino a seguir y hasta puede que no haya otro. Tender puentes sobre los abismos y crear territorios de luz para que los guetos, todos, desaparezcan.
Etiquetas: Artículos
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