las quimeras
La Telaraña en El Mundo.
En un relato del viejo Baudelaire aparece, cruzando la vasta llanura polvorienta, una oscura muchedumbre encorvada, cargando cada uno en sus propias espaldas un ente diabólico, la quimera de cada cual, con sus garras fuertemente afianzadas en el pecho y un manto de plomo nublándoles la frente. Estas procesiones apesadumbradas por los prejuicios y las ideologías nos acompañan por todas partes. Hace días las vi aullar por los grandes bulevares de un París que sigue valiendo todas las misas juntas del universo y alguna más. Hoy me las vuelvo a encontrar en los aledaños de un Bar Bosch que parece atravesado por el cristal de un espejismo. La memoria es frágil y los recuerdos parecen atrapados por alfileres. En esa reforma modélica encuentro parte de mi pasado. Observo, sin embargo, a la nueva clientela y me pregunto qué se hizo de las antiguas compañías. Igual ellas se preguntan qué se hizo de mí. No sabría responderles.
Las ideas, no obstante, tienen un peso variable y un agobio distinto. La observación de la realidad nos ayuda a dispersarlas cuando conviene. He recorrido estos meses los bares de Palma, Madrid, Valencia o París sin encontrar ningún problema en apurar un penúltimo cigarrillo contra la tos ácida de una gripe que este año baja vidriosa, terca y alargada. No me ocurrió lo mismo en Barcelona, presunto paladín de la modernidad, donde el ambiente se enrarece a medida que el nuevo orden alza sus torres grises y sus leyes insensatas. ¿Qué Regina Otaola será, ahí, capaz de borrarle a la uniformidad nacionalista su atavío de gudari?
No será, desde luego, la directora insular de política lingüística, la jovencísima Rosa Barceló i Noguera y sus lapidarios diagnósticos: "La llengua catalana ha de ser un signe de modernitat i progrés, no un reducte folklòric". Ser joven es fantástico, pese al Informe PISA. Lo malo es que son tan impresionables que igual se afilian a los Bling Bling que a UM o a cualquier sección perdida de Esquerra Nacionalista. Lástima.
Las ideas, no obstante, tienen un peso variable y un agobio distinto. La observación de la realidad nos ayuda a dispersarlas cuando conviene. He recorrido estos meses los bares de Palma, Madrid, Valencia o París sin encontrar ningún problema en apurar un penúltimo cigarrillo contra la tos ácida de una gripe que este año baja vidriosa, terca y alargada. No me ocurrió lo mismo en Barcelona, presunto paladín de la modernidad, donde el ambiente se enrarece a medida que el nuevo orden alza sus torres grises y sus leyes insensatas. ¿Qué Regina Otaola será, ahí, capaz de borrarle a la uniformidad nacionalista su atavío de gudari?
No será, desde luego, la directora insular de política lingüística, la jovencísima Rosa Barceló i Noguera y sus lapidarios diagnósticos: "La llengua catalana ha de ser un signe de modernitat i progrés, no un reducte folklòric". Ser joven es fantástico, pese al Informe PISA. Lo malo es que son tan impresionables que igual se afilian a los Bling Bling que a UM o a cualquier sección perdida de Esquerra Nacionalista. Lástima.
Etiquetas: Artículos
3 Comments:
El viejo Baudelaire debió ver desfilar ante sus ojos a la Santa Compaña, que sin existir, se nos aparece con regularidad.
Bueno,y después del periplo, ¿Londres o París?
Raúl
París, por supuesto. Supero incluso la prueba de mi memoria (estuve ahí bastante tiempo hace más de 20 años). Pero Londres y Madrid me siguen pareciendo ciudades fantásticas:-)
Saludos a la santa compaña:-PP
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