los ángeles
La Telaraña en El Mundo.
No sé si la vida, la política o el arte acabarán circunscritos a las avenidas virtuales de Second Life, You Tube o Facebook. Paseo por esos lugares igual que por los escaparates urbanos. Siempre se encuentran sorpresas, como la de los autores baleares de cómic, José Oliver y Bartolo Torres, desplegando en Madrid la reedición de El Joven Lovecraft o la de Antonio Rigo resucitando el Bar Moka -no sé si por venganza, cariño o ambas cosas- en su poemario Pan con aceite y otros poemas. La cultura sobrevive a la decrepitud de las estrategias. Sobrevive al CIM y a su plan estratégico de cultura –así lo llaman- del que extraigo una inocente muestra. La Asociación de Editores de las Islas recibe una subvención de dieciocho mil euros frente a los trescientos cincuenta mil que obtiene, seguro que por aclamación popular, el Gremi d´Editors. No les aclararé cuáles editan, de sólito, en castellano y cuáles en catalán. No hace falta.
Podríamos darnos una vuelta, ahora, por los signos de identidad que nuestros políticos van almacenando, como moscas atrapadas, en las pringosas alacenas de las hemerotecas. Podríamos, pero el buen gusto y la prevención de las náuseas nos obligan al reduccionismo. Si UM representa, sin titubeos, el vacío ideológico del absolutismo pragmático, otros partidos, con más pedigrí, no logran saber cómo quitarse de encima la polilla de sus respectivos corsés ideológicos. Si lo primero es horrible, lo segundo es patético.
Leo que los personajes más conocidos y valorados en las islas son Buenafuente, Serrat y Gasol. Después viene Tricicle y su manual de cómo reírnos más allá del lenguaje, con los gestos, con el cuerpo, con la mirada repleta de alaridos silenciosos. Es un buen síntoma. Yo, por mi parte, me quedo con Joan Pla y sus aéreos y amigables Angelots, que cumplen treinta años, precisamente ahora, cuando de casi todo lo memorable y significativo de la vida ya empieza a hacer treinta años. Cómo pasa el tiempo. Pasa, pero vuelve. Siempre vuelve.
Podríamos darnos una vuelta, ahora, por los signos de identidad que nuestros políticos van almacenando, como moscas atrapadas, en las pringosas alacenas de las hemerotecas. Podríamos, pero el buen gusto y la prevención de las náuseas nos obligan al reduccionismo. Si UM representa, sin titubeos, el vacío ideológico del absolutismo pragmático, otros partidos, con más pedigrí, no logran saber cómo quitarse de encima la polilla de sus respectivos corsés ideológicos. Si lo primero es horrible, lo segundo es patético.
Leo que los personajes más conocidos y valorados en las islas son Buenafuente, Serrat y Gasol. Después viene Tricicle y su manual de cómo reírnos más allá del lenguaje, con los gestos, con el cuerpo, con la mirada repleta de alaridos silenciosos. Es un buen síntoma. Yo, por mi parte, me quedo con Joan Pla y sus aéreos y amigables Angelots, que cumplen treinta años, precisamente ahora, cuando de casi todo lo memorable y significativo de la vida ya empieza a hacer treinta años. Cómo pasa el tiempo. Pasa, pero vuelve. Siempre vuelve.
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