la hipocondría
La Telaraña en El Mundo.
La hipocondría –que sí es una ciencia exacta, real e irrefutable, al menos para quien la sufre- no se parece en nada a esas patrañas etéreas y a esas infusas disquisiciones que embargan a unos pocos –pero que, por aquello de las subvenciones y los vasos comunicantes, acaban penando a todos- sobre la lengua y la cultura propia, la casa común o ajena, la doméstica o la oficial, la adquirida o la que late en la sangre, esa salsa espesa con conservantes y colorantes, esa danza ridícula y esquizoide al son rapero de la entelequia étnica, la cortedad de miras o, sin más, la ceguera interesada e incurable.
Gracias a ella –a la hipocondría y a unas décimas de colesterol, que no hay ciencia sin analítica- llevo un par de meses recorriendo Palma a marchas forzadas, retorciéndola de cabo a rabo. Palma es pequeña, pero así como en Bellver se intuye, como una ficción literaria, la soledad cautiva de Jovellanos y en las cercanías de la Plaza Gomila es fácil tropezarse con las ruinas de tantas noches inolvidables, también en Pere Garau se aprende mucho sobre inmigración y costumbres, jolgorio, mutaciones y folklore. Se aprende muchísimo.
Con todo, lo innegable es que esta semana pasada mi lugar reiterado de tránsito ha sido la Feria del Libro. Aunque Miquel Màs Ferrà convirtiera su tradicional pregón de inauguración en un acto propio de una hermandad de excombatientes –quizá para alegrar la libido y el obtuso progresismo militante de las autoridades locales- lo cierto es que el evento acabó superando el horrible inicio. Fue un placer reunirse ahí con muchos escritores y amigos. Javier Jover, Neus Canyelles, Antonio Rigo, Inés Matute, Toni Serra, Román Piña, David Torres, José Carlos Llop, Paco Piquer o Emili Sánchez, entre otros. Además tuve la suerte de llenar el pequeño salón de actos del Borne gracias a la presencia -no sé si por curiosidad, inercia o morbo- de Sebastià Serra y un buen número de acompañantes a un acto anterior. Parece que le debo una al IEB. Pues qué bien.
Gracias a ella –a la hipocondría y a unas décimas de colesterol, que no hay ciencia sin analítica- llevo un par de meses recorriendo Palma a marchas forzadas, retorciéndola de cabo a rabo. Palma es pequeña, pero así como en Bellver se intuye, como una ficción literaria, la soledad cautiva de Jovellanos y en las cercanías de la Plaza Gomila es fácil tropezarse con las ruinas de tantas noches inolvidables, también en Pere Garau se aprende mucho sobre inmigración y costumbres, jolgorio, mutaciones y folklore. Se aprende muchísimo.
Con todo, lo innegable es que esta semana pasada mi lugar reiterado de tránsito ha sido la Feria del Libro. Aunque Miquel Màs Ferrà convirtiera su tradicional pregón de inauguración en un acto propio de una hermandad de excombatientes –quizá para alegrar la libido y el obtuso progresismo militante de las autoridades locales- lo cierto es que el evento acabó superando el horrible inicio. Fue un placer reunirse ahí con muchos escritores y amigos. Javier Jover, Neus Canyelles, Antonio Rigo, Inés Matute, Toni Serra, Román Piña, David Torres, José Carlos Llop, Paco Piquer o Emili Sánchez, entre otros. Además tuve la suerte de llenar el pequeño salón de actos del Borne gracias a la presencia -no sé si por curiosidad, inercia o morbo- de Sebastià Serra y un buen número de acompañantes a un acto anterior. Parece que le debo una al IEB. Pues qué bien.
Etiquetas: Artículos
3 Comments:
Se han juntado un buen grupo de escritores. Qué pena de redada XD
Ciertamente, es toda una banda:-P
Saludos desde el furgón:-)
Muy buen posteo, y también muy buen blog
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