LA TELARAÑA: veinticinco años

lunes, junio 2

veinticinco años

La Telaraña en El Mundo.




La gente se afilia a cosas muy raras, pero muy vulgares, como a un partido político, a una corriente ideológica, a un gabinete en perpetua crisis, a una secta cultural o de opinión o de intermediaciones gestoras, a un grupeto de contables en fuga o a una asociación de ex presidentes –da igual si vecinos ejemplares, tránsfugas, cazadores, promotores inmobiliarios o acaso malhechores anónimos- pero también a cosas peores, a una nación, a una lengua, a una subvención encubierta, a una comisión pactada, a una corrupción sin fronteras, qué sé yo.

La gente se afilia a lo primero que encuentra y después a lo segundo y así sucesivamente hasta culminar una vida repleta de filias y también de fobias, de medallas y bandejas de alpaca grabadas al hilo del oro y las lentejuelas, al lento fuego de la cocción del tiempo, la cuentas pendientes, las moratorias sin vencer pero vencidas, las cargas, los cargos, el implacable cerco judicial, la vox populi, el corro del estrés y al final el pánico, la ignominia, el no somos nada y a mí que me registren, que nos quiten lo bailado, que no podrán, o sí, qué horror.

Veinticinco años y un día puede ser la fórmula jurídica de una condena que nunca se acaba porque ese día se alarga hasta el infinito o se contrae, como un enigma a punto de estallar, tan sólo para tomar impulso y proseguir su dibujo en otra parte, por otro motivo, por otra razón oculta e indescifrable. Veinticinco años y un día pueden ser también un pretexto para que María Antonia Munar saque las cuentas y esparza vellones honoríficos entre quienes la precedieron –con Maximiliano Morales en el ojo de la Fiscalía- y ella misma y su amigo Serra, cómo no. Dios los junta, pero Dios no existe para estas pequeñas o enormes ruindades y por eso es ella, en persona, quien los cría y alimenta y así deja que la antecedan, sus fieles, en el tortuoso camino a los juzgados, mientras se insinúa, al fondo, el portón del calabozo. Veinticinco años y un día. Quizá más. O menos, pero quién sabe.

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