LA TELARAÑA: "siete almas"

viernes, enero 9

"siete almas"

La Telaraña en El Mundo.




Carme Chacón, disfrazada de seductor simulacro masculino en plena Pascua Militar, me hizo añorar el bombín de Chaplin en su rol de vagabundo. Será que hombres y payasos siempre fuimos de la mano y así seguimos. Qué suerte. Tampoco olvido la sonrisa de Antich tras reunirse con Zapatero, como si este fuera Will Smith en “Seven Pounds”. Siete almas para quince son muy pocas. La larga cola de presidentes menores me evocó otra cola más larga, la del paro. Pero Antich tiene que torear a sus socios de gobierno. Otra cola envenenada.

Asociaciones así, confirman que –a veces- escribo de modo casi automático, sabiendo que resucito recuerdos igual que cadáveres –pero sin rozar el impudor grotesco de Maruja Torres-, que nombro personajes que sólo existen de forma muy marginal y subjetiva, que tecleo con la misma inercia con la que, días atrás, me deshice, primero, del árbol navideño y el pesebre familiar –un milagro, su persistencia- y, luego, hasta de los buenos deseos con la caducidad vencida. Todo cupo, sin apuros, en un cajón de la alacena, igual que cuanto escribo cabe, también, en un único archivo, en un puñado de bytes –u octetos- retorcidos, en una suerte de capítulos encadenados, sí, por la rutina, pero liberados por la curiosidad.

Sucede, pues, que construimos nuestro mundo y le asimos las costuras para advertir que no hay una realidad, sino muchas –aunque se parezcan tanto, qué lástima- y sentimos la urgencia de hallar lugares de encuentro para el vértigo ante tanta visión que hay que compartir como sea. Aquí nacen los problemas. Qué podría compartirse con un sacerdote vasco para quien no todos los crímenes son igual de condenables. Qué con el “no nacionalista, sino independentista” –eso dijo- Carod-Rovira. Qué, en fin, con nuestros nacionalistas de aldea sitiada bajo la lupa marcial de la lengua única. Su saldo ideológico nos devuelve al horror y la nausea, a la lógica perversa de que las víctimas preferidas de unos acaben siendo los escudos humanos de otros. Y viceversa.

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