LA TELARAÑA: la lengua hipodérmica

lunes, abril 20

la lengua hipodérmica


La Telaraña en El Mundo.




Los hospitales son lugares complejos pero muy simples. En ellos todo está ordenado: sus salas de espera infinita, sus largos pasillos como laberintos, su luz mortecina con el color indefinido de la vigilia, sus quirófanos invisibles, su aire aséptico, su silencio a sed y a insomnio, su cafetería, su capilla, su frío depósito de cadáveres.

Pero intentaré ser comprensivo. Es cierto que la realidad puede gustarnos más o menos –o sernos indiferente- sin que ello influya en nuestras pequeñas singularidades. Sentirse agraviado en exceso, o de forma personal e íntima, por el antojadizo mundo exterior es un problema de inmadurez y debilidad, un mal síntoma que sólo suele alcanzar dimensiones insoportables cuando se tienen en muy alta estima las propias convicciones y en muy baja las de los demás. A fin de cuentas, si a uno no le gustan las cosas siempre puede, supongo, intentar dinamitarlas. Y hasta incluirse a sí mismo en el catálogo irrecuperable de daños colaterales.

Quizá una forma de dinamitar la realidad sea “dinamizarla” con extravagancias y artificios, con fuegos fatuos y representaciones obscenas. El Govern –no sé si Antich o su legión de normalizadores compulsivos- quiere llenar de comisarios lingüísticos los hospitales a la vez que los empieza a vaciar de médicos. No sé yo, pero como paciente avezado y, sobre todo, recurrente, me empiezo a sentir algo más que hipocondríaco.

Etiquetas: