LA TELARAÑA: El cobrador del smoking

sábado, junio 19

El cobrador del smoking

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que la Administración debe eliminar la figura del recaudador de impuestos?


No. Uno puede jugar, si le place, a verse repetido una miríada de veces –las que alcanza el ojo antes de ceder a la fatiga contable del infinito- tan sólo con auscultarse en el interior voluptuoso de dos simples espejos enfrentados. Se obtiene así la percepción metafórica de lo que se multiplica tan sólo repitiéndose, replicándose, sin el más mínimo cambio de matiz, como un castillo de clones que sólo esperan, de uniforme y en formación, a que se vaya la luz para desaparecer del todo. Pero la metáfora, aunque útil para ilustrar el perfil monstruoso de la Administración, quizá a nuestra propia imagen y semejanza, nos resulta parcial. Hay un universo invisible que escapa a los espejos y hasta a la gramática.

Quizá por ello busqué en Google –pero también en los subterráneos de la Red- alguna fotografía de Gabriel María Alzamora para intentar escrutar qué rostro tiene ese híbrido de funcionario público y empresario privado, de inspector de Hacienda en excedencia y de inversor hábil de nuestra morosidad, de embargador oficial de un reino que tiene Santa Margalida como capital logística y nuestras cuentas corrientes como páramo donde chapotear a gusto. Pero no encontré su rostro en ningún sitio, algo insólito en estos tiempos. No sé, pues, si Alzamora existe o no existe, si lleva, de continuo, un burka impenetrable o si, en fin, padece del viejo mal que aquejaba a los vampiros clásicos –a los de Burne-Jones, la literatura de Bram Stoker o el cine de Fritz Lang-, la imposibilidad de reflejarse en los espejos, esas cámaras ubicuas de vigilancia donde todos, salvo ellos, quedamos atrapados y más aún, retratados de por vida.

Con todo, el rastro de Alzamora lo lleva denunciando en Internet, desde hace tiempo, un tal Pedro Lliteras Nadal a través de una web -gobiernobalear.com, nada menos- donde el guión lo constituyen las ganancias estratosféricas de las empresas privadas –Rondaies, Menospapeleocom y Mel i Sucre- de las que el recaudador parece ser administrador único y nuestros impuestos públicos, su comisión privada, su sueldo y su plusvalía. La lección y el corolario son obvios. Si la Administración –desde Matas, en 1988, hasta Antich, hoy- es incapaz de realizar las funciones que le son propias, nadie puede rasgarse las vestiduras –y ni los harapos- si su tarea la realiza un cobrador que, en vez de frac, lleva un rutilante smoking. Es lo que hay.

Etiquetas: