LA TELARAÑA: Nadie se va del todo

lunes, octubre 4

Nadie se va del todo

La Telaraña en El Mundo.


El viernes me llamó Marcos Torío para recabar mi opinión sobre Miguel Ángel Velasco. Por fortuna, no cae fulminado un gran poeta, como él, todos los días. Ni falta que hace. Pero la verdad es no le pude decir mucho. Sólo llegué a hablar con Velasco una vez y resultó un diálogo cortés, pero baldío, repleto de lugares comunes y quizá, con alguna que otra vieja reticencia mutua –ignoro si racional- flotando en el aire. O quizá no. En realidad, uno sólo puede hablar de lo que conoce. O callar para siempre, que es otra forma de engarzar las cuentas pendientes del lenguaje.

Luego recordé que recién nos habíamos cruzado en Olmos. Parecía, como de costumbre, la reencarnación de algún personaje del "Buffalo Bill's Wild West", con su enorme melena encrespada y su llamativa ropa de rodeo, sin duda intelectual, pero también físico.

La poesía balear está de luto. O eso dirán los que creen que existe una poesía balear –o dos, por la lengua- y otra cántabra, por ejemplo. No es así. Miro hacia el futuro –digamos que a través de Facebook- y me encuentro con el milagro de amistades perdidas en el espacio y el tiempo, que ahora reaparecen. Percibo su eco. Abro «La miel salvaje» y leo: “Y al llegar a la bóveda del ojo, /con la presión de un pétalo encendido, /levantará su párpado esa rosa /hambrienta de la luz. Y estarás ciego”. Nadie se va nunca del todo. Ya no lo ves, pero su voz se queda. Y resuena.

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