LA TELARAÑA: La hora del destierro

sábado, noviembre 20

La hora del destierro

La respuesta al debate del sábado en El Mundo: ¿Cree que Nájera debe seguir al frente del Consorcio Playa de Palma pese al fracaso y el parón decretado por Antich?



No. Arriba, la lluvia y el viento dibujaban un enorme y desagradable remolino, una colosal cortina de frío hiriente y fatiga infinita. Las vistas, sin embargo, eran espléndidas y, abajo, y en todas las direcciones posibles, la ciudad desplegaba sus avenidas, parques y plazas, sus solemnes ruinas y sus orgullosos palacios con la decadente ebriedad de costumbre. Voy a situarme para que el lector, también, se sitúe.

Acababa de subir, casi a rastras, los 320 escalones que conducen –tras un leve rapto en ascensor- hasta lo más alto de la cúpula de la Basílica de San Pedro, en Roma. Y no, no se trataba de cómodos peldaños de mármol sino de todo lo contrario, un laberinto vertical de gradas y paredes curvadas, de estrechos e indecisos pasadizos, una ascensión sin más apoyo, a veces, que una gruesa cuerda colgada del cielo, una prueba cardíaca de esfuerzo o, quizá, de fe -ese inefable misterio, no sé si del corazón, las vísceras o el espíritu-, un enloquecido ejercicio contra la claustrofobia y el vértigo invencibles. O casi. Todavía no sé cómo logré salir de ahí con vida.

Pero salí. Y al llegar al hotel no pude si no sonreírme –aunque de soslayo- al recibir, por email, la pregunta que hoy nos convoca. Es lo que tiene viajar. Que nos permite, de alguna manera, entremezclar vivencias y situaciones de, al menos, dos lugares distintos, el de origen donde siempre dejamos algún desvelo y no pocas comodidades, y el de destino, donde nos perdemos en una búsqueda sin más objeto que el placer de comprobar que cuanto conocíamos, sólo, por fotografía, existe de veras. Y sí, existe.

Margarita Nájera tiene, sin duda, su propia historia en la vida política balear, su efigie marmórea de cónsul plenipotenciaria, su corona de laureles y hasta sus cálices con cicuta, su corte de intrigas y traiciones, su gran rosario de desastres conduciéndonos desde sus primeros tiempos, aún desdentados, pero repletos, ya, de heroicidades, en la entonces caótica, alcaldía de Calviá, hasta su actual, arbitraria y catastrófica jefatura del Consorcio Playa de Palma, su sueldo imperial y el de su legión de adjuntos y adláteres, su eterno fiasco de siempre, sus fracasos repetidos, exasperantes, soberbios, irritantes e interminables. Todo un ejemplo, pues. O todo un ejemplar, mejor. Pero que se vaya o la echen. Que se vaya de viaje o la echen de la política. Lo que prefieran, pero ya.


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Las pruebas fotográficas







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