La hoguera de las vanidades
La Telaraña en El Mundo.
Ah, los artistas. Cuando me los nombran -siempre entre cifras, por supuesto- se me disparan, díscolas e inútiles, las alarmas. Díscolas, porque atruenan con espanto, e inútiles, porque la situación no es, aún, de riesgo, sino de ópera bufa, de cortejo de bar de alterne, de saberse asediado, en fin, por sus ciclópeas gestas y fruslerías. Pero es que me los nombran, últimamente, mucho. Quizá demasiado.
Parecería que el mundo está repleto de artistas y que el arte es un lugar común donde sólo vale la etiqueta, la tribu, la afiliación de género, la adscripción lingüística, la tendencia social, la sumisión a según qué cósmicas liturgias, qué turbias querencias, cuáles. Por ellas, por ejemplo, a Céline le han negado los homenajes en Francia. Inaudito.
Pero no iré más allá. Cada palabra atesora sus propios matices y ya casi ni importa si el mal uso la corrompe y muda en otra cosa. Hace unas noches se fallaron los Premios Ciudad de Palma -o lo que queda de ellos, sus desechos, vamos- de novela, poesía y otras disciplinas en catalán. Basta echar un vistazo a las fotos -y a la crónica de Inés Table- para comprender que los vips no fueron los artistas, sino los políticos -sobre todo Galmés, Armengol o Biel Barceló, deslumbrantes- que fueron posando, entre las tristes candilejas de la afectación, con sus mejores harapos como si fueran estrellas de cine. Lo son. Y esto es Hollywood. Como mínimo.
Etiquetas: Artículos
2 Comments:
al final con eso del premio se mejora la imagen textual
Sí, es algo así como un fulgor;-)
Por cierto, interesante tu blog... nos leemos. Saludos!
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