LA TELARAÑA: Las energías renovables

lunes, marzo 7

Las energías renovables


La Telaraña en El Mundo.


Puede que todo se reduzca a una mera cuestión de gasto u ahorro de energía. Hoy, ya puesto, podría despilfarrar todas mis fuerzas, las que consume mi ánimo o usurpa mi desánimo, para meterme en camisa de once varas. Podría, quizá, destripar el texto de algún clásico -pienso en «El Criticón», de Baltasar Gracián, pero también me valdría, por comodidad y cercanía, «El Hacedor», de Borges- y liarme a hachazos con la panda de iletrados que, a falta de saber escribir por sí mismos, se entretienen en rehacer lo ajeno, donde ya reinaba el barniz original de la inteligencia, sin más hallazgo que alguna pincelada de ingenio, entre otras muchas de vergonzosa procacidad. No es lo mismo y, además, no se le parece.

Pero no voy a seguir hablando de imposturas. En el teatro de la vida cada cosa tiene su lugar y su sitio. Se trata de ahorrar energía. De subirse al coche eléctrico, por ejemplo, y acercarse hasta la UIB, por si hay suerte y cabe asistir a un cursillo de sexo en vivo y en directo, como leo que ha ocurrido en la Universidad de Northwestern, Chicago.

Se trata de ahorrar en todo, en velocidad, en luz, en maldades públicas, en mentiras privadas, en cábalas y proyectos estúpidos, en usura y, si llega el caso, hasta en palabras. Pero el caso no acaba de llegar, porque las palabras son la única energía renovable que nos queda. Quizá sea porque siempre se las lleva el viento. Y bien que hace.


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