LA TELARAÑA: A ambos lados del Muro

sábado, febrero 26

A ambos lados del Muro

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo¿Está conforme con el texto aprobado por Cort para el Muro de la Memoria?


Sí. Cuando lo que toca, justamente, es derribar todo tipo de muros y barreras y dejarse seducir, luego, ahora, siempre, por los espacios abiertos y las extensiones sin más telón que el horizonte, van el PSM y el PSIB, junto a la llamada Asociación de Memoria Histórica, ese cernidero tan selectivo, a hacer todo lo contrario, van a levantar un Muro y a llamarlo de la Memoria y, ya puestos, le añadirán un solemne cartelón donde Llorenç Capellà escribirá lo que le dicten las musas, la caprichosa hagiografía de la necrofilia, la sinopsis maniquea de una guerra perdida -y perdida, sobre todo, por los que no la protagonizamos-, el honor aristocrático de los recuerdos, ese crisol de ficciones, el aroma, quizá rancio, del resentimiento y hasta el perfil tullido de la restitución imposible. O de la venganza. O de la vergüenza. O del morbo. O vayan ustedes a saber de qué otro cúmulo de sentimientos, que fueron puros y nobles, sin duda, pero que ya sólo son una pantomima, un torpe ejercicio de estilo, un querer reescribir con tinta lo que ya se escribió con dolor y sangre, esa truculenta historia que de tan nuestra ya parece de otros. Así es, se la regalamos. Y que hagan con ella lo que gusten. Toda suya.

Por eso estoy de acuerdo -cómo no- con que eleven sus becerros de plomo y humo al pasado, con que reinterpreten esos días y meses y años y décadas de luto, resquemor y muerte. Allá ellos, si quieren pasear entre esquelas o retozar entre lápidas. Allá ellos, si creen que algún Dios -incluso algún dios menor y laico, de azufre y lava- les acabará mirando con arrobo y ternura y hasta les juzgará con benevolencia. Allá ellos, si quieren prolongar la noche con sus acrobacias de espejos y, en sus superficies voladas, eternizar la fúnebre sonrisa de los cipreses. Allá ellos, con esa mueca y con el aliento de su caries. Allá ellos.

En realidad, su Muro no hará sino delatar la inconsistencia dialéctica de sus planteamientos. Su sumisión ancestral al repetido juego de los símbolos, al ritual pagano de la purificación. Por fuego, por viento, por agua, según los clásicos. Por la dureza pedernal de las piedras, en su caso, y por la enésima manipulación de los presupuestos públicos. Pero ya que derrochan, bien está que lo hagan con algo tan inofensivo como este taller de almas sin siquiera el consuelo final del olvido. Ni a un lado ni al otro. Del Muro, claro.



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