LA TELARAÑA: De uniones y convergencias

sábado, marzo 5

De uniones y convergencias


La respuesta al debate de los sábados en El Mundo¿Cree que UM se camufla tras Convergència per les Illes Balears?


No. Uno de los tópicos al que solemos agarrarnos, con mayor o menor exaltación y frecuencia, es el de intentar empezar de cero cuando ya todo, o casi todo, se nos ha venido abajo. Es el espejismo de la invisibilidad tras el catastrófico derrumbe y sus nubes de polvo, ruido y náuseas. ¿Cuántas veces no hemos formulado, u oído formular, ese deseo, esa intención, esa quimera? La tabla rasa, la huida total, el cambio de identidad, el adiós al mundo perverso y cruel que no supo entendernos, el retorno del hombre nuevo y sin pasado, sin deudas, sin rémoras ni garfios, sin anclajes ni fronteras, sin límites ante un universo que vuelve a ser virgen y que, además, ya no nos recuerda. ¿Cómo va a recordarnos? ¡Si somos otros!

Se trata, desde luego, de un gran sueño y de una enorme desilusión, después, al comprobar que algo falla en alguna premisa -transitiva- de nuestros sofismas, que acaso nunca nos evaporamos del todo, que siempre alguien nos acaba recordando qué o quién fuimos, y lo que hicimos, qué heridas sembramos, qué torpezas cometimos, qué huellas, qué deudas siguen, ahí, inmutables y celosas: la ubicua vigilia de un tiempo antiguo, pero no mucho, que siempre acaba regresando, tan sólo, para repetirse y retratarnos. Al final, somos quienes fuimos. Y lo seremos siempre. Mal asunto. O bueno. Muy bueno.

Por eso, no puede hablarse de camuflaje en el tránsito imaginario de UM a Convergència per les Illes Balears. No puede hablarse, siquiera, de nuevo partido, de caras, savia o ideas nuevas. ¿Qué nuevas ideas, si nunca las tuvieron? Son los mismos que lideran, con holgura, todos los rankings de la corrupción. Los mismos que no tuvieron más ideología que conquistar las máximas parcelas de poder y las mayores cantidades de dinero inimaginables. Y todo les fue saliendo a pedir de boca. Las dobles contabilidades, el tráfico de votos e influencias, las especulaciones inmobiliarias y no sé cuántas historias más. Sólo tienen, quizá, un leve atenuante y es que, tanto a su derecha como a su izquierda -esos dos lugares histéricos-, siempre hallaron algún socio y algún cómplice dispuesto a colaborar en su aberrante carrera entre las instituciones y los calabozos. Pero ello no les salva ni redime. Al contrario. Sólo su desaparición fulminante podría reparar, siquiera un algo, las maltrechas costuras de una democracia como la que tenemos. Aún. Y pese a todo.



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