LA TELARAÑA: Liturgia de los puentes

jueves, noviembre 3

Liturgia de los puentes

La Telaraña en El Mundo.


Los puentes constituyen una buena metáfora de lo que es, al menos en parte, la vida. Son, en efecto, lugares de paso de un lugar a otro -¡cómo si hubiera lugares distintos!-, paisajes enajenados del presente y subyugados por la ilusión del tránsito y que, por ello mismo, apenas sí se perciben como tales, porque lo que nos importa es atravesarlos rápido y llegar, así, a donde queramos ir. O eso pensamos. De hecho, lo creemos firmemente.
Pero la realidad es muy terca y nos demora, muy a menudo, en esos mismos puentes, que quisiéramos lanzaderas y se nos convierten en holladeros sin principio ni fin; en eternos pasillos suspendidos en el aire y el tiempo, en el vacío, en la bruma, en la solemne, pero irrealizable, idea de conocer el más allá y visitarlo y regresar como si nada. O si todo.
Pero no hay idea que no repose en alguna anécdota. Pasé la semana pasada recorriendo el Puente Carlos, de Praga, como si allí toda la historia de Europa se hubiera detenido, conmigo. Y así era, porque así me lo pareció. Esta semana, sin embargo, la he pasado en Palma, varado de un modo similar entre la quietud de todos los Santos y de todos los muertos. Había flores y mendigos -casi por igual- en ambos sitios. Y la sombra de todos los lugares visitados era la misma que se quedaba quieta, conmigo, cuando tocaba convertir la liturgia del viaje en el simple hecho de mirar alrededor y sonreír, pese a todo.

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