LA TELARAÑA: Olor a cuerno quemado

sábado, enero 7

Olor a cuerno quemado

La respuesta al debate del sábado en El Mundo: ¿Cree que Pastor utiliza el catalán para ajustar cuentas con Bauzá?

Sí. O eso es lo que parece desde afuera, desde la lejanía monótona y leve del observador que, incrédulo, observa los movimientos estratégicos de las avejentadas tropas y comprueba que el despliegue de Antoni Pastor no puede ser sino labor de desgaste y asalto, de guerrilla entre callejas y callejones, de huestes perdidas y en duermevela -como soldados insomnes de una guerra antigua- por entre los túneles subterráneos de la lengua convertida, de nuevo, en trampa y cobijo, en madriguera y nicho, en danza ritual e intermitente de alucinados, en tumulto de termita y carcoma, de caza nocturna y perversa. En pleno apagón de los sentidos. Contra natura.
Para qué querrá Bauzá enemigos, si hasta las supuestas amistades le florecen rancias y ásperas y allá donde la crisis no llega -y miren que parece que se va extendiendo como una especie de lepra de otro tiempo- sí florece, sin embargo, el rígido sortilegio de la Ley de Normalización Lingüística y de la risible controversia entre méritos y requisitos, el dolor sin anestesia ni cura posible -salvo cirugía completa- en la pelvis contrahecha de una administración sin apenas nada que administrar, la joroba monstruosa de una columna vertebral que asemeja un espantapájaros retorcido y espantado, las argollas oxidadas de una libertad difícil que algunos, además, se empeñan en que no llegue nunca. Y no, no llegará y en esas estamos. O seguimos estando. Es lo habitual. Lo de siempre.
Será por eso -o por indiferencia y hastío ante el nivel teatral del actor de esta ópera bufa- que yo no le otorgaría mucho valor al revuelo que se cuece. Ya apesta a cuerno quemado. A recocido de ropa vieja. A cocina del infierno. Y es que el decorado siempre es de pega, cuando el guión se escribe fuera de lugar y de tiempo. Antoni Pastor puede opinar, por supuesto, lo que el cuerpo le pida o más aún, lo que su propio delirio le exija. Nadie le juzgará mal por ello. En absoluto. Faltaría más. Pero lo que no puede es hacerlo desde el interior mismo del partido que le procura sustento, vara de mando y hasta una vicepresidencia en plaza, sea eso lo que fuere. No hace falta recordarle las promesas del PP con las que se presentó, como cómplice o comparsa, a las elecciones. Pero si ahora no le gustan, con dimitir y buscar acomodo donde le plazca nos parece más que suficiente. Rectificar es de sabios, o de lo que sea.

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