El poder de las feromonas
La Telaraña en El Mundo.
Cuando las cosas
no van bien, uno puede pasar de largo y alzar un muro a su alrededor. No es un
gran problema, porque el mundo está lleno de pequeños muros individuales, de
mezquinos y pudorosos islotes donde aún se puede, o casi, respirar tranquilo. O
eso nos decimos, mientras cogemos aire y miramos hacia otra parte. Siempre
miramos hacia otra parte, porque lo que vemos no nos gusta y en el muro ya no
caben más grafitis ni cruces, más deseos urgentes, más quimeras que aplacar al
precio que sea. El del desencanto ya lo pagamos hace tiempo.
Pero no fue suficiente.
Nos queda preservar la lucidez y llevar más allá nuestros pensamientos, aunque
no sepamos dónde. No es fácil hablar de la supervivencia. O de la solidaridad. Ni
de la ternura. No es fácil, siquiera, hablar entre los gritos e insultos de la
muchedumbre. Hay hambre y sed atrasadas y los lunes al sol se han convertido en
semanas, meses, años, y el sol aprieta cada vez más y queda poco maná en las
ubres de la inteligencia. O dónde sea.
Mañana es 1º de
Mayo. El cafre mayor de la UGT, Lorenzo
Bravo, le dijo a Bauzá que «deje
de hacer el gilipollas». No es un mal consejo, aunque venga de alguien que no
parece creer que las urnas legitimen nada, salvo el error mayúsculo de votantes
y no votantes. ¡Qué zotes ambos y todos! Lástima que de las ofensas sólo quede
el aroma primaveral de las feromonas. Pero tanto da. En sólo quince días se
verá que somos un país de plazas repletas de sol, jaimas y banderas de
Islandia. Es genial.
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