LA TELARAÑA: La lagartija de Dylan

martes, octubre 18

La lagartija de Dylan


La Telaraña en El Mundo.

 Puede que ya no crea, en absoluto, en la alta literatura y que la baja, la baja literatura, me siga importando lo que siempre; es decir, nada. Puede que los libros de mi biblioteca vayan, con el tiempo, perdiendo peso, volumen y hasta páginas, convirtiéndose tomos en pasquines, enciclopedias en libelos, obras completas en hojas sueltas y desgarradas con los márgenes adoloridos, porque ahí anoté algunas palabras y dibujé algún diagrama que apenas sí puedo, ahora, descifrar. No es fácil descifrar lo que ya sólo recuerdas porque trastornó tu vida, te convirtió en otro, te sedujo, te violentó, te venció, te dejó temblando como una llama en la encrucijada de todos los vientos. En ese lugar sigo ahora, porque nadie logra escapar a su destino y no hay forma de abandonar el paraíso del que, quizá, ya nos han expulsado. Siempre nos intentan expulsar de nosotros mismos, pero no sé si siempre lo logran.
 Dejé dicho en las redes sociales que Leonard Cohen me hubiera parecido un premio Nobel de Literatura mucho más literario que Bob Dylan. Era sólo una ocurrencia, una frase más o menos ingeniosa con la que constatar que las canciones de Dylan que mejor conozco tienen ya una edad más que respetable. Treinta o cuarenta años. Y que ya hace décadas que no escucho a Dylan, porque los tiempos, en efecto, han cambiado muchísimo y la respuesta, vaya que sí, sigue flotando en el aire, como una llama en la encrucijada de todos los vientos y la vida humana es sólo un gesto de rebelión o soberbia, algo que se retuerce como la cola arrancada de una lagartija: nos escapamos de la verdad o la mentira y dejamos, a cambio y como si significaran algo, nuestros actos y palabras, nuestros libros, nuestras canciones rotas por la afonía de los siglos, nuestra danza compulsiva, cada vez más descreída e insomne. Escucho lo último de Cohen y, aunque me conmuevo, me sucede como con la última película de Woody Allen: yo ya he bailado esa soledad impostada, ya he escuchado esos monólogos absurdos, ya he vivido esa misma historia y no puedo revivirla, como si la desconociera.
 Con todo, repaso los últimos premios Nobel de Literatura y me da la risa. Svetlana Aleksiévich, Patrick Modiano, Alice Munro, Mo Yan, Tomas Tranströmer. Escribo sus nombres y me atraganto, porque el sueño de la literatura es sólo un laberinto, una trampa letal ideada, tal vez, por Borges una noche nórdica, ácida y telúrica en la que Dios, finalmente, dormitaba y la creación, insatisfecha, rumiaba su propio desconcierto, su tumultuoso y deslavazado destino. La música la ponía Dylan. O Cohen. O ese silencio magnífico que nos ayuda a pensar cuando todo parece que se desmorona.

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