1.-
Soy dueño y señor del laberinto. Pero también su inquilino único, el más invisible y, en las horas crueles, el más silencioso...
Fuera del tiempo, las prisiones son etéreas y las conmociones interiores.
La matemática miente. La física es errónea. Existo en un lenguaje que me destierra: me separa de mí mismo.
Es un lenguaje mermado que nos mutila entre unas pocas coordenadas ficticias. Ignora un tiempo que se alarga y encoge, un espacio que se curva y desgarra, un cuerpo que se retuerce, una mente que se sabe constreñida, caricaturizada y herida.
Hay otras dimensiones: están todas en mí mismo. Adoro el ardor de los cuerpos. Y su piel. Las oquedades sonrosadas y el pulso acelerado de la sangre. Adoro los instantes del deliquio compartido y creo en su lenguaje acerado, mimético, indescifrable. Soy quien soy cuando lo soy y no cuando digo serlo. Y aún así mantengo sin temor alguno que soy más allá de las palabras.
2.-
Atentas contra el sentido común: caminas sola entre multitudes entrelazadas, a las que aterrorizas burlando la lógica de las proporciones. Dejas un aroma suicida en cada esquina. Nadie parece verte: tu rostro tiene aristas tan hermosas como difíciles de contemplar. Y sin embargo eres el ser más pacífico sobre la tierra.
Sufrir en silencio no te hace más fuerte ni más noble.
Y vivir contigo fue asomarse a los espejos y, por vez primera, ver.
3.-
Niego haber existido en esos instantes que ya no son, pero aún retiene el pasado, esa ficción, ese error, ese juego suicida del lenguaje, esa ignominia dialéctica en los entramados polvorientos de mi retina. Niego no ser salvo lo que soy ahora. Sólo presente, presente y ausencia...
Soy dueño y señor del laberinto. Pero también su inquilino único, el más invisible y, en las horas crueles, el más silencioso...
Fuera del tiempo, las prisiones son etéreas y las conmociones interiores.
La matemática miente. La física es errónea. Existo en un lenguaje que me destierra: me separa de mí mismo.
Es un lenguaje mermado que nos mutila entre unas pocas coordenadas ficticias. Ignora un tiempo que se alarga y encoge, un espacio que se curva y desgarra, un cuerpo que se retuerce, una mente que se sabe constreñida, caricaturizada y herida.
Hay otras dimensiones: están todas en mí mismo. Adoro el ardor de los cuerpos. Y su piel. Las oquedades sonrosadas y el pulso acelerado de la sangre. Adoro los instantes del deliquio compartido y creo en su lenguaje acerado, mimético, indescifrable. Soy quien soy cuando lo soy y no cuando digo serlo. Y aún así mantengo sin temor alguno que soy más allá de las palabras.
2.-
Atentas contra el sentido común: caminas sola entre multitudes entrelazadas, a las que aterrorizas burlando la lógica de las proporciones. Dejas un aroma suicida en cada esquina. Nadie parece verte: tu rostro tiene aristas tan hermosas como difíciles de contemplar. Y sin embargo eres el ser más pacífico sobre la tierra.
Sufrir en silencio no te hace más fuerte ni más noble.
Y vivir contigo fue asomarse a los espejos y, por vez primera, ver.
3.-
Niego haber existido en esos instantes que ya no son, pero aún retiene el pasado, esa ficción, ese error, ese juego suicida del lenguaje, esa ignominia dialéctica en los entramados polvorientos de mi retina. Niego no ser salvo lo que soy ahora. Sólo presente, presente y ausencia...
Etiquetas: Creación, Literatura
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