Telaraña
...Mientras escribo sobre mis horas en otra parte, contigo, recopilo lunares y te palpo -- eres frágil -- en esa suerte difícil que es la vida fuera del tiempo.
¿Es el árbol del conocimiento el árbol del ahorcado? No añadiré nada más, ni siquiera era una pregunta.
Es hermoso mirarse a los ojos y saberse extraviado. Y es más hermoso todavía extraviarse en la profundidad de unos ojos cualesquiera y saber que no se extinguen los caminos, que nunca se acaban las sorpresas, que siempre hay algo a qué aferrarse, que no hace falta exhibición alguna para saberse todavía vivo.
A veces ocurren milagros. Pasa un ángel y piensas que te elige. Pero no. Las cosas nunca fueron tan fáciles. Pasa un ángel y tú lo eliges. Pero sólo si sabes, si puedes, si quieres. Eso te diferencia de todo y todos. Te iguala, también. Siempre lo supiste. Es así, pero no, no merece la pena explicarlo.
La ética y la estética van de la mano en uno mismo. No son la misma cosa, pero en uno mismo no pueden separarse. Conviven ahí dentro; a veces se pelean, y a uno se le revuelven las tripas, o se le encoge el vuelo y todo es un puro disparate hasta que regresa la calma o se hace el silencio y la gravedad pende de un hilo de néctar o de las células enredadas de una navaja. En la memoria cobran volumen estas cosas. Quizá el volumen dependa del tiempo. Pero el tiempo depende de uno mismo...
La razón es la medida del propio desequilibrio. ¡Despierto siempre hambriento! Presiento la venganza de Elohim. Y sin duda la deseo.
Te llevaré de la mano sobre las crestas de las olas, dejaré que camines sobre sus ariscos mantos de piedra, visitaremos las ciudades sumergidas y podrás disfrutar sus tesoros. Pero no dejaré que olvides que no escribo estas palabras sólo para ti.
...Mientras escribo sobre mis horas en otra parte, contigo, recopilo lunares y te palpo -- eres frágil -- en esa suerte difícil que es la vida fuera del tiempo.
¿Es el árbol del conocimiento el árbol del ahorcado? No añadiré nada más, ni siquiera era una pregunta.
Es hermoso mirarse a los ojos y saberse extraviado. Y es más hermoso todavía extraviarse en la profundidad de unos ojos cualesquiera y saber que no se extinguen los caminos, que nunca se acaban las sorpresas, que siempre hay algo a qué aferrarse, que no hace falta exhibición alguna para saberse todavía vivo.
A veces ocurren milagros. Pasa un ángel y piensas que te elige. Pero no. Las cosas nunca fueron tan fáciles. Pasa un ángel y tú lo eliges. Pero sólo si sabes, si puedes, si quieres. Eso te diferencia de todo y todos. Te iguala, también. Siempre lo supiste. Es así, pero no, no merece la pena explicarlo.
La ética y la estética van de la mano en uno mismo. No son la misma cosa, pero en uno mismo no pueden separarse. Conviven ahí dentro; a veces se pelean, y a uno se le revuelven las tripas, o se le encoge el vuelo y todo es un puro disparate hasta que regresa la calma o se hace el silencio y la gravedad pende de un hilo de néctar o de las células enredadas de una navaja. En la memoria cobran volumen estas cosas. Quizá el volumen dependa del tiempo. Pero el tiempo depende de uno mismo...
La razón es la medida del propio desequilibrio. ¡Despierto siempre hambriento! Presiento la venganza de Elohim. Y sin duda la deseo.
Te llevaré de la mano sobre las crestas de las olas, dejaré que camines sobre sus ariscos mantos de piedra, visitaremos las ciudades sumergidas y podrás disfrutar sus tesoros. Pero no dejaré que olvides que no escribo estas palabras sólo para ti.
Etiquetas: Literatura
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