Tejo y destejo la curvatura de los interrogantes, ignoro las exclamaciones, me precipito entre preposiciones y me propongo encontrar el origen, el vórtice, la trama simple de las cosas. Helas aquí quietas, aquí en movimiento. No me turban sus reflejos, son presencias abatidas por la inercia, son sombras gélidas de un sol detenido, son un inmenso bestiario de géneros todavía por clasificar. Si me detengo recuerdo mi obsesión y la confirmo: intento sobrevivir para contarlo.
No, eso no es cierto. No necesito explicar nada. Nombrar es suficiente, o debiera serlo...
Las conveniencias a veces nos limitan y atrapan. Es humano pretender simplificar las operaciones. Y muy fácil traducir las apariencias, mitigar los interrogantes, dejarse apaciguar con la respuesta más lógica. Demasiado fácil la unidimensionalidad.
Demasiado larga y horrible esa palabra.
La casa común es hermosa. Aunque el alquiler no sea gratuito. No hay nada gratuito. Cada cual paga su precio según sus propias exigencias. Y cada uno sabe cuáles son sus exigencias... Ya va siendo, pues, hora de empezar a saldar cuentas pero esa es una tarea lenta y parsimoniosa, que nunca están del todo sellados los balances.
Me preocupa tanta estupidez dialéctica, esa fe en las balanzas...
Siempre fatiga vaciarse del todo. Pero no vaciarse, cómo fatiga no vaciarse, guardarse en las tripas lo que en el corazón se revuelve.
***
Corolario
En todo caso prefiero la fe ciega a la miope...
No, eso no es cierto. No necesito explicar nada. Nombrar es suficiente, o debiera serlo...
Las conveniencias a veces nos limitan y atrapan. Es humano pretender simplificar las operaciones. Y muy fácil traducir las apariencias, mitigar los interrogantes, dejarse apaciguar con la respuesta más lógica. Demasiado fácil la unidimensionalidad.
Demasiado larga y horrible esa palabra.
La casa común es hermosa. Aunque el alquiler no sea gratuito. No hay nada gratuito. Cada cual paga su precio según sus propias exigencias. Y cada uno sabe cuáles son sus exigencias... Ya va siendo, pues, hora de empezar a saldar cuentas pero esa es una tarea lenta y parsimoniosa, que nunca están del todo sellados los balances.
Me preocupa tanta estupidez dialéctica, esa fe en las balanzas...
Siempre fatiga vaciarse del todo. Pero no vaciarse, cómo fatiga no vaciarse, guardarse en las tripas lo que en el corazón se revuelve.
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Corolario
En todo caso prefiero la fe ciega a la miope...
Etiquetas: Creación, Literatura
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