LA TELARAÑA

domingo, noviembre 9

Texto para otro medio ( y se nota que lo es:-)


Conozco gente muy rara que cree a pies juntillas que no hay acontecimiento literario de cierta relevancia que no vaya asociado matemáticamente a alguna catástrofe puntual; y viceversa, la matemática correctamente aplicada puede explicar la conmoción elíptica generada por la más sensible, sugestiva de las metáforas. Los reconozco porque cualquier número que puedan sonsacarme - la matricula de mi coche, mi DNI, mi ADN o la fecha de mi nacimiento, tanto da - ya les vale para edificar todo un universo literario que de tan insostenible como suele ser les juro que me seduce sin remisión. Y es que resulta mucho más fácil revestirse con unos cuantos mitos que atreverse con el disfraz de un hombre corriente. No lo duden.

Así que cuando se enteraron de que nací cuando Juan Ramón Jiménez acababa de recibir su Premio Nobel de Literatura empezaron las especulaciones. Tuve que hacer frente a la posibilidad de que mi nacimiento fuera un efecto secundario - y desde luego, catastrófico - de que el mejor poeta español de todos los tiempos, y también el más hipocondríaco, recibiera tan justo galardón. Tampoco quise admitir que nacer en un momento de tanto festejo lírico me tuviera que convertir obligatoriamente, con el paso del tiempo, en un apasionado del lenguaje en todas sus manifestaciones; lo que sin embargo es más o menos cierto, lo confieso. Pero no por ese motivo. ¿Por cuál entonces? Lo desconozco, como tantas otras cosas.

Pero quizá por eso, por esa suma de cosas desconocidas sobre las que no ejercemos ningún control - como la matricula del coche, el DNI, el ADN o la fecha de nacimiento - quizá por esa suma caótica de misterios inescrutables yo adoro la literatura. Debo ser también muy raro, y por tal motivo les advierto que no deben tomarme muy en serio. Ni hoy ni nunca. Se divertirán más si dejan que la lectura fluya sin ideas preconcebidas, de forma receptiva, sí, pero también caótica y hasta con cierta propensión al absurdo. Hagan como si no estuvieran leyendo y ante esta página en blanco pensasen por cuenta propia, sin el embargo de las frases hechas y el plomo de los tópicos, esa venda en los ojos del espíritu, si se me permite así decirlo.

Ya les he puesto en algunos antecedentes. Ahora vayamos al grano. Literatura, matemática y catástrofes sólo pueden tener un denominador común: René Thom. Este singular científico, que falleció el pasado 25 de Octubre en Francia a los 79 años, intentó explicar - con el único éxito posible: el de la apertura de nuevos horizontes entre continuas polémicas y su siempre saludable agitación de neuronas - las catástrofes naturales mediante aristotélicas fórmulas matemáticas que también conmovieron los cimientos clásicos de las teorías lingüísticas. Su búsqueda del significado profundo de los acontecimientos - el porqué las cosas son como son y no de otro modo - le sitúa de lleno en la cúspide del pensamiento que intenta agotar sus límites y sobrepasarlos, si ello fuera posible. De ahí al sinsentido sólo hay un paso, el que pertenece únicamente a la poesía.

Su principal contribución teórica es la llamada Teoría de Las Catástrofes - que dio posteriormente origen a La Teoría del Caos - y es un intento de evitar los desastres naturales mediante el conocimiento exacto de los procesos evolutivos de la naturaleza. El único problema, como siempre, es acabar comprendiendo que la realidad y su explicación no son exactamente la misma cosa... siempre hay un factor añadido, un elemento etéreo de una constitución ajena a nuestros sentidos y que nunca lograremos desterrar de nuestra percepción del mundo: el lenguaje, ese misterio que nos convierte en otros sin dejar de ser nosotros mismos.

No en vano otro gran poeta del absurdo, la polémica y la provocación - Salvador Dalí - dijo de él: no es posible encontrar una noción más estética que la reciente Teoría de las Catástrofes de René Thom, que se aplica tanto a la geometría del ombligo parabólico como a la deriva de los continentes.

Yo no diría tanto. Pero si me limito a sonreír es porque realmente pienso que una sonrisa a tiempo previene de verdad muchas catástrofes.



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