Me das envidia, escribiendo de amor. Quién pudiera... me dice mi admirado amigo Román Piña a raíz de unos textos que le he mandado...
Gracias, Román, me he sonreído con tu apunte ( y la verdad es que sí, quién pudiera, incluso yo mismo dejar de hablar de amor porque sin hablar de él de él hablamos - y no lo pretendo ( esos textos van hacia una disección imaginaria de la dialéctica que sostiene la falacia del lenguaje, te lo juro, te lo juro, me lo juro a mi mismo y así sucede, hablo de amor que es la más falaz de las dialécticas y la primera, la que nos dejó a solas: duelo de dolor y atracción consumada en el jardín del árbol del conocimiento del bien y del mal - ¿el árbol del ahorcado? - con una manzana podrida en la mano - ¿la pluma?- y el agridulce sabor de todo un paraíso perdido en el paladar y más, mucho más adentro:-)
Le contesté rápido, a vuela pluma. Es curioso, a veces se piensa como sin pensar.
Etiquetas: Literatura
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