Atiendo a la dolorosa necesidad de escribir, como si besándote pudiera exprimir la vigilia y dejarte en el paladar el revelado secreto, el jugo invisible, la naturaleza común de las horas: amargas, tiernas, irreales, risibles, humanas...
Pero he postergado las obligaciones del llanto y he dejado las heridas totalmente abiertas.
Tanta viscosidad ha transformado los líquidos en lodo - y sin embargo, entre los vapores de la caligrafía, ese beso me supo sólo a amor. Su consistencia es un milagro. Y la persistencia, el poema.
Etiquetas: Literatura
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