LA TELARAÑA

domingo, mayo 9

Un texto de Rafael Montenegro, que bien podría abrir un debate sobre la provocación en el arte y la literatura.

COMENTARIO A “LOS CORNUDOS DEL ARTE MODERNO” DE SALVADOR DALÍ

por Rafael Montenegro

Un Dalí excesivo, desbordado, como no, “Daliniano” atraviesa con su estilete a veces irónico casi siempre cruel destripando, no sin acierto, las carencias del arte moderno y de sus artistas a los que denomina “Cornudos”.

Como solución a los defectos y medianía del arte moderno, Dalí ensalza su propia figura, su adoración del yo como un nuevo Calígula que creyera en su propia deidad e inferioridad de los demás dioses. Mira con desaprobación y desdén a los imitadores del arte, a los que pretenden, mediante los engaños de lo moderno, arrebatarle su trono de Dios, su trono de genio . Para Dalí lo moderno, en general, es feo. Considera que algunas obras de picasso(y dicho como elogio) son pura bestialidad, pero que Picasso a diferencia de otros, los pinta expresamente. Según dalí el valor de la pintura abstracta debería ser abstracto.

Dalí cree que la introducción de la fealdad en el arte moderno comenzó con la adolescente ingenuidad romántica de Arthur Rimbaud, cuando dijo: “La belleza se sentó en mis rodillas y me cansé de ella” gracias a esto se descubrieron los atractivos inconfesables de la fealdad y empezaron a extasiarse ante una nueva belleza, a la que llamaban “No convencional” y junto a la cual la belleza clásica se convertía de repente en cursilería.

Bretón dice: “La belleza será convulsiva o no será” Dalí va más allá en su provocación y dice “La belleza será comestible o no será”

En este libro, Dalí nos empuja a la reflexión, invitándonos a considerar, según sus propias palabras, cómo ha envejecido física y moralmente uno de esos papeles encolados, amarillos y anecdóticos, literarios y sentimentales, de la época cubista comparándolo con “El pequeño San Jorge” de Rafael que conserva la frescura de una rosa.

Lo abstracto, asegura, no es más que un muy mediocre arte seudodecorativo. Habla de apoteosis del folklore más ingenuo, la resurrección de todos los plagios, con la condición de que estén llenos de manchurrones y mal hechos. Cada cuadro moderno que se respete debe parecer recién salido de una excavación.

En fin, concluye, cabe preguntarse si hay algo más cornudo y más engañado que este arte moderno.

Haciendo una extrapolación a lo literario podríamos decir y pienso que lo experimental, lo moderno no es malo en sí mismo. Ayuda a la evolución del arte. Lo que sí es del todo devastador es la utilización fraudulenta de lo moderno, de lo original, por algunos emborronadores de hojas que se hacen llamar escritores y que a falta de cualquiera de los talentos: llámese técnica, imaginación, inspiración o simplemente “talento”, pretenden engañar a los lectores poco preparados trucando su medianía por genialidad en aras de lo moderno. Bien pudiera llamarse a estos abanderados de lo moderno, ladrones. Ladrones de tiempo, delito que debería estar severamente penado. Estos nuevos artistas roban impunemente y con alevosía el tiempo de los desamparados lectores (saturados de información y por lo tanto desinformados) que deciden confiar en ellos.

Pero estos cornudos de la literatura moderna, no cuentan con que, el mismo tiempo que roban a sus lectores los ha de sepultar para siempre en el más absoluto olvido. No sé dónde leí, ni si lo leí, que una obra buena es la que es capaz de trascender más allá de su época. Así es cierto que casi todos estos cornudos que copan los estantes principales de las librerías deberán conformarse y así lo hacen no con poca satisfacción, con la fama, ya que la gloria les está vedada y acabarán irremediablemente muriendo. Muriendo en la memoria y viviendo en el olvido.


Por fin amigos míos, hemos alcanzado lo inalcanzable. En el presente tenemos el futuro. Hemos conseguido destruir el arte y de sus ruinas poco o nada se podrá esperar. Olvidemos el soñar estúpido de una nueva Ave Fénix. Hemos vuelto al principio, al génesis del primitivismo, en definitiva al caos. Por eso amigos míos os doy la bienvenida.

¡Bienvenidos a la jungla y en particular a la provocación, que en este caso y utilizando por unos minutos la máscara de Dalí es la mía! ¡Yo soy un dios! ¡Yo soy el dios Salvador Dalí!



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Luego, hace unos minutos el mismo Rafael me comentaba, por email, lo siguiente:

"El eterno retorno a lo mismo, la existencia, la ley del círculo. Nacemos de la brevedad, somos niños, y envejecemos, somos de nuevo niños, en la brevedad morimos y volvemos otra vez al estado anterior. A la nada. El origen es el mismo que el fin, se mezclan sin distinción. Todo lo que va en medio, como decía, creo, Calderón, es un gran teatro, en el que algunos creen dominar los hilos que mueven el universo dominando a los demás y a ellos mismos, sin darse cuenta de que no es así. ¡Pobres ingenuos!

Le contesté con estas líneas, casi pensar o sea pensando:

El eterno retorno quizá sea un desesperado intento de explicar lo que no podemos, no sabemos, no hay lenguaje para ello o el lenguaje no sirve, igual le exigimos, nos exigimos demasiado: sólo somos síntomas de un desequilibrio, una carencia, un destierro, una dolencia, algo que mengua y finalmente desaparece. Por eso las provocaciones son sólo estrategias para estrategas y yo no sirvo para nada

no sirvo para nada

hermosa servidumbre

(ser mi sonrisa, sólo mi sonrisa, exactamente mi sonrisa)

me repito, lo sé, me repito ( ¿el eterno retorno?)



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