LA TELARAÑA: siempre regreso a mis poemas desechados

domingo, marzo 27

siempre regreso a mis poemas desechados

Duellum

La sinceridad del poema sólo es comparable a la del deseo.

En mi cuerpo, que nada entiende de plenitud / sin despilfarro, y desoye los consejos / de la noche / y su salvación momentánea, /se desata y malgasta, / como en un ritual hurtado a la vida, / una danza estúpida y risible / pero humana, y solemne, / en un refugio que nunca se encuentra, / un teatro de bóvedas y cielos deshilachados, / un lienzo remendado por un dios ebrio, / en un lugar donde apenas sí me muevo, un lugar simple, / al que hoy pongo este nombre y mañana se lo quito, / en mi cuerpo, / bajo una lluvia torrencial, que no es húmeda, que es arisca, gris y tibia, / se acumula solitario: se acumula muy adentro / el polvo y esa niebla que es el hastío de los días / repetidos, / sin otro ánimo que presenciar / paulatinamente / la erección de la ruina y el triunfo / de la destrucción, / a silencioso ritmo edificada, / y así, hacedor coherente o maestro, sí, / gran alumno en olvidos, acabaré siendo; / lo recuerdo de vez en cuando. Ahora, / en este instante que invento contra el tedio, / todavía reconozco el silencio, tenaz, /que aúlla y me condena, frágil cómplice / en esta ceremonia de fingirme / plácidamente ajeno / al duelo fratricida / entre quien soy y quien ya he sido.


( una sombra un grito un simple gemido de placer o suplicio me traicionan aunque puedo y sé parecer esquivo )


Nadie, presumo, puede saber como yo / que es imposible hablar sobre el dolor / sin dolor. / Sí, recuerdo -- y un amarillo rojizo me invade y perturba -- / la primera masturbación, no el primer llanto, / el primer beso, que sabe a gloria y es farol / inocente, la primera copa con la sangre / o el vino del Dios que quiso y no supo ser hombre, o esa risa / y esa daga / junto al mar y sus músicos, el pánico / tras el naufragio, la noche de bodas, / el sueño reparador / y la gran resaca.

Recuerdo / un largo viaje en tren y una rubia cabellera / femenina -- y quién pudiera desmelenarla / sino el viento: yo me hubiera refugiado en ella hasta la asfixia --, / abanico de algas encendidas / y distantes, espléndida como el deseo, / párvula como el amor que se aprende / ahora, y ahora y nunca, / el humo prosaico de los cigarros, / la dentera del áspid, su bíblico cortejo, / las prisas zigzagueantes, atomizadas, / de los legionarios, el ingenio / de los tahúres, tu cuerpo, siempre tu cuerpo / de mujer, tu cuerpo de muchas mujeres, ardiendo / en los espejos blancos / como sábanas / o sudarios.

(descansas bajo una lápida de mármol pero nadie sabe de tu muerte otra cosa que tu vida)

Recuerdo / magníficos delirios, el pagano / desenlace de nuestras conversaciones / siempre con la salitre en los labios mudos / o la hiedra en la mirada, las visitas / al doctor del olvido / en los días más turbios y lunares / de agosto, esos libros que compré, leí, vendí y olvidé / con devoción idéntica, las prostitutas / negras rosas mulatas / a cuadros rombos a rayas / con las que multipliqué panes y heces, / tu muerte y tu calvario, / tu sangre primera, / tu sonrisa / y tu llanto. / Recuerdo / que he olvidado tu nombre / y los caminos que asendereaba / contigo. / Así suceden ciertas cosas: / así, hasta el total olvido, / cuerpo y sombra, voz y eco, / acaban diluyéndose / en un sencillo, triste, ejercicio de estilo / o decadencia.

(hay un poema olvidado no sé dónde que habla de ti en varios idiomas, lenguas muertas y vivas que no te definen ni te acotan: no)


Te adentras, sumido en el azar, / con el miedo más humano entre las manos, / en un corredor sin otro retorno que el duelo, / contigo mismo o cualquier réplica, / nada o nadie, contra ti / y ese dolor que te dobla la faz / o la voz te quiebra: te adentras / hacia dos direcciones tan opuestas / que una sola luz las contiene, / y te ciega, y te partes en dos / o dos quieren desgajarse de ti.

Nada / o nadie te obliga, sólo exiges / cuanto la vida te exige y no hay remedio / que el duelo, que el dolor / o esta prolongada ausencia. Esperas / que alguien devuelva el golpe asestado, / deseas prolongar la huida / sin saber si la muerte brotó en tu sien / o en la de tu enemigo fraterno y necesario. / Alguien / rozó tu sombra con mano ansiosa, hirió / tu cuerpo con alfiler nacarado. / Alguien -- quién si no -- / intentó con dulzura maniatarte, quiso / protegerte del frío, cubrir esta noche / con lentas escrituras y, con único pavor, / descifrar tu enigma y así el suyo. / Nada / o nadie vigila los senderos /que alfombran las sirenas con sus caracolas / prohibidas. Difícil juzgarlas culpables / o cómplices.

Sólo la mano / palpa su sombra y descubre el engaño: / sólo el silencio puede revelar tu existencia.

Sangre / y más sangre / roja / sangre mostrará en la oscuridad interior, íntima, / el osario aterido, la cabal continencia, / la tensión y su número, la irresistible medida del deseo insatisfecho. / Mueran ambos, / uno y todos, / por dolor en cruel duelo, y que la piedra voraz / engulla cuerpo y sombra, voz y eco, / y al fin descansen.

(no recuerdo y no es olvido haber descansado nunca como en tus brazos)

Etiquetas:

2 Comments:

Blogger Luis Amézaga said...

Antología de ti mismo. Referencias comunes, pistas para el siquiatra, obsesiones de escritor, nostalgias por los muertos que se empeñan en renacer a cada paso. Poemas que nos desechan por indeseables.

27 de marzo de 2005, 15:49  
Anonymous Anónimo said...

As? se escribe la historia, s?, sobre nuestras ruinas...

:-))


Fx

28 de marzo de 2005, 22:17  

Publicar un comentario

<< Home