apunte de viaje
La paella de Casa Roberto sigue siendo fantástica, una de las mejores. Lástima que el ambiente haya derivado hacia una reunión malamente insonorizada de ejecutivos no fumadores -por supuesto- donde el corsé tiene hasta a los camareros -legión- más rígidos de lo que sería aconsejable. La vieja casa de comidas populares -que lo era- tiene ahora unos arroces bajo el estricto cánon de las modas: demasiado arroz caldoso y nada de paellas mixtas, una lástima. Añoré la locura metódica, muy necesaria en casi todo pero, muy especialmente, en la gastronomía- y no diré nada sobre los precios. Vértigo.
Por lo demás la vieja Valencia que conocía sigue intacta. Media docena larga de antiquísimos magnolios. Luego están los arcos oblicuos, la arquitectura superflua y deshabitada, además del dudoso aroma ambiental de siempre.
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