LA TELARAÑA: camina o revienta

sábado, octubre 24

camina o revienta

La respuesta a la pregunta del sábado en El Mundo: ¿Cree que se ha tratado diferente a los imputados del PP que a los de UM?



Sí, pero aquí el trato diferencial no es una ofensa sino un valor añadido, una marca indeleble de prestigio. Algo muy similar a lo que sucedió en los tiempos de la transición democrática, cuando el que podía presumir, en su currículo, de cuantos más expedientes mejor -sobre todo si tenían alguna relación, aunque fuera remota, con la maltrecha libertad de expresión, con el derecho de reunión, con el uso furtivo de alguna lengua minoritaria o, simplemente, con la espectral ley de vagos y maleantes- se convertía, de inmediato, en un icono de la modernidad, en un ejemplar demócrata de toda la vida, en un adalid de los nuevos tiempos. De semejantes medallas vivieron muchos. Y no pocos, siguen, todavía, haciéndolo. Ah, la decrepitud, qué largo y tortuoso puede llegar a ser el camino.


Recuerdo, ahora, el andar trastrabillado y caótico de los cargos imputados del Partido Popular hacia los juzgados y las comisarías -sus muñecas ensartadas, derecha con derecha o viceversa, los rostros y las miradas huidizas, la afrenta de quedar para siempre reflejados en las portadas de los periódicos y en las antologías de los telediarios- y, al mismo tiempo, se me aparecen las sonrisas ambulantes -como de vendedor de feria- de Vicens, las muecas forzadas de Nadal, las peroratas saltarinas, además de flatulentas, de María Antonia Munar, las sonrisas escurridizas de su secretaria personal, las risas de paja y alpiste de Flaquer o Dolça Mulet, la general bruma risueña -¡risueña!- de un nacionalismo de humo convertido, finalmente, en un perpetuo banco de niebla.

Mezclo las imágenes y las disecciono, las observo de lejos y de cerca, les aplico el Photoshop y alguna que otra liposucción indolora. Y no hay color. Entre el manto irrespirable de la sonrisa de UM y las huellas metálicas de los grilletes, me quedo con ese cerco del acero en la carne. Y no voy con segundas. O tal vez, sí.

Los tiempos son los que son. La Igualdad es ahora un Ministerio y nunca se sabe lo que puede dar de sí un ente tan complejo. Quizá una novela de Kafka. O una pesadilla en la que la justicia sólo existe bajo el espejismo de las discriminaciones positivas (o negativas, que no sé yo muy bien cómo se manejan, ahora, esos conceptos tan altruistas). Algo así como el aire sin oxígeno de un poema post-poético, laxante y after-pop. Es sólo un ejemplo, pero no el más malvado que se me ocurre.

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