LA TELARAÑA: Memoria del barro

lunes, octubre 5

Memoria del barro

La Telaraña en El Mundo.





Somos lo que hemos sido. El problema es que la frágil ecuación sólo se cumple -con cruda precisión, eso sí- cuando nos alcanza el rayo final y ya es demasiado tarde para todo. Esa exactitud puede esperar. Por eso, mientras tanto, almacenamos recuerdos bajo toneladas de polvo y ceniza hasta que algún suceso los devuelve a la luz y a la conciencia. Incluso al papel.

Estaba rumiando lo anterior mientras la aristocracia del COI mostraba, con rotundidad, que el efecto Obama le traía, ciertamente, al pairo. Algunos aristócratas son muy suyos. Les pasa como a Pedro Serra. No es que chocheen o fumen y beban lo que no está en los escritos. Es que son así y no pueden remediarlo.

Conocí a Serra en 1984 y hasta trabajé en su Baleares -aún en castellano- durante varios meses. Por ahí rondaban Octavio Aguilera y Paulino Buchens (un ex-alcalde que, aunque era amigo familiar, no lo era mío). Con Serra sólo hablé un par de veces. La primera, aséptica, para presentarme y la segunda, definitoria, para pedirle las causas por las que, sin previo aviso, decidió rebajarme las columnas a una quinta parte del precio pactado. La agencia Efe. La crisis. Algo así me dijo: ni lo recuerdo. Salí de su despacho, en el Paseo Mallorca, echando un postrer vistazo a unas reproducciones de Miró o Tapiès. Salí sabiendo que lo que dejaba atrás era más ruin y mediocre que lo que iba a encontrarme en el futuro. Así fue.

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