LA TELARAÑA: El Árbol de Teneré

viernes, octubre 2

El Árbol de Teneré

La Telaraña en El Mundo.




La soledad tiene su precio, pero la compañía también. Hubo una vez, en Teneré, una acacia solitaria en pleno desierto. A su alrededor se extendían cuatrocientos kilómetros sin más vegetación que la arena cálida, sudorosa y estéril. Ese árbol, dicen, fue arrollado por un chófer libio, al parecer tan borracho como para perturbar el desafío orgulloso de un único árbol en mitad de ninguna parte. Hoy, una sobria escultura metálica imita sus hojas verdes y parodia su leyenda. La vida es sólo una metáfora.

Uno ya no puede fiarse de nada. Ni de un montón de inofensivos arbolitos transportados desde la península para repoblar el paisaje isleño. Esos árboles llegaban pálidos y quizá mareados, tras la travesía marítima, pero con algún que otro huésped oculto, algún que otro parásito de rondón: la larva de unas serpientes que, ahora, campan a sus anchas por las laderas de Capdepera. No sé si es un problema, una metáfora o, quizá, ambas cosas.

Al Govern, de todas formas, le va como anillo al dedo la trémula soledad del Árbol de Teneré. Es lo que tiene buscar compañía cuando no procede y someterse al engendro de los pactos contra natura. Sólo falta que un conductor ebrio, o no, les atropelle y que un río de culebras se los trague. Pienso en ello, sin saber bien por qué, mientras imagino a Munar, como jugando a las sombras chinescas contra la fachada amenazante de los juzgados. ¿Otra metáfora?

Etiquetas: