LA TELARAÑA: Elegía a Munar

viernes, marzo 5

Elegía a Munar

La Telaraña en El Mundo.


Hay que ver lo rápido -el tiempo preso en un parpadeo- que se pasa de personaje pestilente a metafórica portadora de la peste. Los sentidos pierden su servicial lujuria y se contraen y afilan -los dedos ya se sentían huéspedes, es cierto- y el mundo deja de ser el que era para ser otro. Todo reluce, entonces, ahora, de forma distinta y hasta opuesta.

Así, donde antes se acicalaban, como en una pasarela de fuegos fatuos, poses y sonrisas triunfalistas -o de despecho- hoy clama el silencio y brilla la decrepitud, se anuda el remolino alargado de las traiciones y su eco de lodo; y en ese cuello de mujer de cajas fuertes y destempladas, en ese cuello de cristales tatuados y visones como armadillos, el tuétano de tantas alhajas y collares, ahora se agolpa la asfixia de la soledad y el rumor del descrédito. Aún falta el peso final de la ley. Sí, pero llegará. Por fortuna, el tiempo no olvida la función constrictora de sus arrugas y acaba poniendo a todos donde corresponde. O casi.

Este cuadro no acaba de quedarme, no obstante, tan tétrico como debiera. Está el pudor roto. El dolor ajeno. Las generaciones que crecieron a su sombra sin merecerlo. Están, incluso, los que creyeron en ella. Están sus cómplices. El Govern de Antich, el Consell de Armengol, el Ajuntament de Calvo. Las dos legislaturas de Matas. Y la vergüenza colectiva de haber vivido bajo el apócrifo imperio de un espejismo.

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