LA TELARAÑA: Jugando a Mafia II

sábado, agosto 28

Jugando a Mafia II

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Debe llamar la Fiscalía a Lliteres tras ser acusado por los argentinos de organizar la compra de votos para UM?

No. Resulta obvio que a Josep Lliteres siempre se le dieron muy bien las relaciones públicas. Si no fuera así no entenderíamos que un simple profesor de bachillerato en el Colegio San Pere de Palma fuera, también, presidente de una Asociación de Vecinos del Molinar y, a la vez, de la Federación de AAVV de Palma, para convertirse, de pronto, en jefe administrativo de la empresa pública en la Conserjería de Agricultura (el IBABSA) y, luego, aunque sólo como si por descuido o por no descabalgarse de la farándula, ascender a Director Insular de Cultura del Consell de Mallorca, primero, a Director de Relaciones Institucionales del CIM, con Munar, después, y, finalmente, a Director general de Calidad Ambiental –nada menos- del Govern Balear, con Antich.

Sin duda, se trata de todo un rosario de cargos ubicados y esparcidos –es un por decir- en el más florido, disperso y alfombrado de los vacíos, la cómoda ruta retórica de la nada, el filo vertiginoso del tránsito sin más brújula que el vértigo, la rotación sideral de momios, canonjías y sinecuras (disculpen la reiteración de sinónimos, pero la ocasión los exigía) o, al fin y a la postre, la insoportable levedad burocrática de no ser más que un montón de palabras zurcidas a toda prisa y hasta con desgana, que hay entierro y hay que vestir, por igual, al muerto como a los invitados. O algo así.

Sea como fuere, tantas direcciones y jefaturas sucesivas, disfrutadas y, se supone, que apuradas al máximo, no pueden ser ninguna casualidad. Ello nos permite abstraernos de las peculiaridades singulares del personaje en cuestión para sumergirnos en las del ambiente político donde casos así son la norma y no la excepción, lugares repletos de pactos, compromisos y rupturas, de alianzas y traiciones de género –no sé si ideológico, de sexo, lengua, territorio o, quizá, peculio-, sitios en tierra de nadie con la voluntad de todos en almoneda, y la mierda, con perdón, flotando mejor que el corcho repujado, la madera apolillada o las burbujas legislativas. Es en ese ambiente tórrido donde el fiscal ha de pasar lista. Ocuparse de Lliteres sería una pérdida de tiempo, una maniobra de distracción, un entremés prescindible. Pero ahora he de dejarles. Estoy en mitad de una partida del videojuego Mafia II y me da que si no espabilo van a volver a acabar conmigo. Como siempre. Esto de la estrategia no es mi fuerte.

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