LA TELARAÑA: La ciudad a oscuras

lunes, noviembre 22

La ciudad a oscuras

La Telaraña en El Mundo.

Sábado, ocho y media de la tarde. Llego a Palma en el autobús desde el aeropuerto, medio confundido entre una decena de turistas risueños, y aterrizo en la Plaza de España. Nos recibe –para sorpresa de mis anónimos acompañantes, que no mía, porque mi relación con la ciudad es la que es y sé que no hay más cera que la que arde- totalmente a oscuras.

No exagero. No me refiero al mortecino ambiente habitual, con su aire a luces de gas y a corros medievales, sino a una oscuridad sin fisuras, plúmbea y categórica, como si la noche se hubiera convertido en un rayo devastador y le hubiera caído encima a la efigie de Jaime I, fulminándola, como sólo un conquistador puede acabar con otro. Sustituyéndolo.

Con todo, atravesé, circunspecto, la explanada y el apagón, quizá buscándole los endecasílabos al caos, quizá pensando en esos turistas que esperaban, supongo, encontrarse algo más que una plaza sumida en la oscuridad y el vacío. Será que la parálisis general se ha trasladado de la Playa de Palma a Cort y que la política turística –pese a que Antich nos propone como sede del Observatorio de Turismo de la UE, nada menos- no tiene quien encienda, siquiera, las luces a su hora. Igual los técnicos están en cuarentena, a falta del nivel C de catalán o de cualquier otra enfermedad incurable. Le preguntaría a Calvo, pero bastante tiene ya con curarse en salud cara a las elecciones. O eso me temo.

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