LA TELARAÑA: La fábula de la unidad

viernes, febrero 4

La fábula de la unidad

La Telaraña en El Mundo.


A veces, aparte de atender, en vilo, a la marea de las muchedumbres en Egipto, me da por distraerme sacándoles lustre y astillas -sólo para consumo propio- a las solemnes declaraciones de unos, u otros, sobre la paradójica unidad científica -o síquica, política y hasta territorial, cuando el discurso se pudre y no hay más perversión que la que arde- de las lenguas, de todas las lenguas, la castellana, la lusa, la rusa o la vasca. La beréber o, incluso, la catalana. Tanta glosa unitaria me da para medir el grado de enajenación conceptual, lógica o febril de sus promotores.

Me sirve, también, para tomarme a guasa los idearios -los que sean- que ansían edificar verdades mayúsculas con el uso y abuso de los símiles, los vínculos y todo ese cúmulo de anécdotas, que igual nos servirían, en un rapto de severa locura, para defender la unidad de España, Europa o el Universo entero, que la de la vieja triada falangista. La busco en Google. Familia, municipio y sindicato. En efecto. Pura tribulación orgánica.

O puro orgasmo gramatical, donde los signos y sus significados se desgajan hasta convertirse en un rompecabezas. Ese juego de camilla y brasero en llamas le chifla a la OCB. Acaban de presentar en Can Alcover un mapa y un puzle de los países catalanes con el aval de la Fundación Irla y el Instituto Cartográfico de Cataluña. No sé si nos toman por imbéciles o si es que, de hecho, lo somos.

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