LA TELARAÑA: ¡Es la gestión, estúpidos!

sábado, febrero 19

¡Es la gestión, estúpidos!

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que para afrontar esta crisis hay que reducir impuestos?

No. Puede que el diablo no necesite abogados. O quizá sí. Podríamos preguntárselo, ya que anda por aquí cerca, no sé si por Son Vida o por Son Espases -que no son el mismo lugar aunque todos los caminos conduzcan a la misma Roma- a Giovanni Di Stefano y repasar su galería de los horrores, esa selecta lista de criminales y delincuentes que nos llevaría, entre las densas brumas de la otra cara de la realidad, a revisitar las biografías tortuosas de Charles Manson, Slobodan Milosevic, Ronald Biggs, John Palmer, Tarek Aziz o el propio Saddam Hussein, nada menos. Casi todo el infierno al aparato y una sola toga con que cubrir su soga, su rastro de dolor y sangre, tortura, muerte, perversión, miseria, desfalco y quiebra. Buenos conceptos, sobre todo estos tres o cuatro últimos, para empezar a hablar sobre los impuestos.

Lo diré rápido. En otro tiempo, y seguro que también en otra galaxia muy, muy, lejana, hubiera abogado -del diablo, claro- por abolirlos, a los impuestos. Por dejar que fuera el propio dinero -ese artificio que mueve voluntades y montañas, sin que nadie recuerde dónde y cuándo comenzó el aterrador seísmo- el que, a través de su curioso tránsito de mano en mano y de bolsillo en bolsillo, y gracias, tanto a su inercia ajustada a derecho y a azar, como a su baile lascivo entre deudores y acreedores, fuera ajustando, por sí mismo, el revuelo de las pequeñas esferas individuales al gran corro universal -caótico y, acaso, indescriptible- de la sociedad en su conjunto. Así la parte ordenaría al todo. Y viceversa. «Laissez faire, laissez passer». Maravilloso sueño. Terrible pesadilla al despertar.

Ya querríamos, pues, seguir dormidos un rato largo y algo más, pero ya no procede. Hay un sinfín de exigencias que ordenar y cubrir. Hay un montón de facturas que pagar. Un maquinaria de plomo y grava, que chirria que es un espanto, un trueno perseverante y eterno, que hay que engrasar. Hay un torbellino de burocracia entre nosotros y nosotros mismos. Alejados, como nos sentimos, de la vida -de la propia vida- sólo nos queda pagar el peaje para llegar hasta nosotros mismos y hacerlo ya. A tocateja. Si los impuestos sirvieran para eso -y sólo para eso- ya no serían lo que actualmente son. No serían el precio de un soborno o el de un rescate fallido, sino el premio de la libertad. O parodiando a Clinton. No son los impuestos. ¡Es la gestión, estúpidos!

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