LA TELARAÑA: Indignarse no basta

viernes, mayo 20

Indignarse no basta

La Telaraña en El Mundo.

Primero fue el estruendo sostenido de los tambores y luego el ruidoso enjambre de un desfile. Pasaron bajo mi casa y salí al balcón, cámara en ristre. Eran bastantes. O muchos. Les observé con la curiosidad cómplice de quien sabe que volverá a verlos pasar, horas, días, meses o quizá años después, absolutamente lúcidos y ya vencidos. Vencidos por completo. Creo que sé de lo que hablo. Y mal me sabe, porque yo estuve entre ellos hace algo más de treinta años y grité sus mismos cánticos con su misma furia. O con más. La furia antigua siempre se nos antoja más justa. O solemne.
Pero antes el enemigo era real y tangible, tenía rostro, nombre y apellidos; hoy es la bruma densa de un fracaso individual y colectivo, la noche gris de una democracia que no acabó siendo lo que se nos prometía. ¡Nos las prometíamos muy felices! Pero ya ni sé qué ha sido de aquellos sueños. O sí, pero sólo cuando me miro muy adentro.
Quizá el mundo se ha ido enredando mientras el discurso que lo sostiene es, cada vez, más breve y torpe, las paginillas de Hessel, los pareados de las pancartas, los 140 caracteres de Twitter. Muy poca cosa. Tanto afán de síntesis nos conduce a un callejón sin salida. Se asume la indignación, pero no basta. Ojalá esos jóvenes, además de subvertir las calles, fueran capaces de lo que no hicimos nosotros. Rescatar la inteligencia de entre las cloacas de la vida pública, por ejemplo.

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