LA TELARAÑA: La habitación 101

sábado, mayo 14

La habitación 101

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que Manera debe explicar el estado de las cuentas antes de las elecciones?

No. Cada cierto tiempo, y no por azar ni por gusto, regreso al blanco y negro -ese espacio desolador- del 1984 de Orwell. Me las ingenio para escapar de la minúscula habitación 101 y dedicarme al más solitario de los placeres. La compañía es escasa, quizá sólo la justa y necesaria, la cómplice, pero el silencio, no obstante, es casi absoluto porque, afuera, alguien entona un áspero estribillo que habla de guerra, de lealtad y traiciones, y el viento silba alrededor y el aire rojizo dibuja un exquisito cadáver en el horizonte. Y en el espejo. Mal panorama, y sin embargo. Siempre nos quedará huir de la habitación 101, aunque no tarden en llegar la delación y los castigos, la permanente llaga infecta de la verdad o la mentira manipuladas. Lo sabemos. La policía del pensamiento caerá muy pronto sobre nosotros -ya nos ronda- y la «neolengua» agotará la realidad hasta transformarla en un páramo donde la asfixia de las ideas encogerá las palabras -las pocas que usamos en público, las muchas que nos guardamos para tiempos mejores- hasta desintegrarlas y convertirlas en otra cosa, un estertor, un alarido mudo, una página siempre en blanco donde ir reescribiendo -según convenga al Hermano Mayor- la Historia. La suya.
Lo que no está en la lengua no puede ser pensado. Lo que no está en la realidad no puede ser cuantificado. Lo que no está en los escritos no puede ser leído. Y así hasta el infinito de los tópicos y el más allá de las coacciones. Todo un catálogo de impotencias, la fúnebre sospecha de que algo anda muy mal. O que ni anda, siquiera. Las cuentas de la Comunidad. Los absurdos balances del destierro. Los saldos de la miseria subvencionada en pos del fin último e indecible de cualquier economía en guerra permanente contra la libertad de espíritu: cuadrar el desastre y la hecatombe, cuadrarnos a todos como en pleno estado marcial de silencio y usura. ¿Usura afuera y silencio adentro? O viceversa. O ya quisieran.
Pero no hace ninguna falta que Carles Manera nos entregue sus cuentas. Su contabilidad no es de este mundo. No hay balance capaz de expresar su vacío. Esta dejación. Esta arbitrariedad sin sentido. Esta fórmula sin más desenlace que el perfil de la lengua impuesta y los restos hambrientos de una bacanal que nos dejó en la intemperie a casi todos. Y aquí afuera hace frío. ¿Pero quién no lo prefiere a la tortura en la habitación 101?

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