LA TELARAÑA: La historia inexplicable

sábado, agosto 13

La historia inexplicable

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que Carbonero y el PSIB deberían explicar la compra de los cuadros que acabaron en un desván?

  
Sí. Pero no tengo muy claro cómo explicar lo que no tiene explicación o lo que, en su defecto, se explica por sí mismo. Así de imposible. Así de fácil. La verdad es que le tengo aprecio a María Carbonero. No a ella, porque no la conozco, sino a ella, por la vía interpuesta -y acaso literaria- de una litografía que, hará unos treinta años, me regaló José Carlos Llop y que ahí sigue, colgada en una pared de mi casa, como si el tiempo se hubiera detenido y sus gruesos trazos, negros y amarillos, continuasen cruzándose eternamente en una esquina inmóvil y quizá dormida, en algún lugar espectral donde, a veces, me pierdo y, a veces, me reencuentro. Ese paisaje me acompaña ahora y, a su través, el mundo se disipa y oscurece. Se hace enorme y se diluye. Quizá desaparece. O no, pero ya me gustaría.
Con todo, el alud de la realidad circula por las zanjas a una velocidad de vértigo. Hay que quitarse el sombrero y hasta el cráneo ante la ristra de las calamidades. Antich se gastó 143 millones en un tren que no podemos utilizar, pero del que nos quedan, eso sí, seis magníficos vagones, seis, que no siendo de tren ni de tranvía, sino de algún híbrido -supongo que adecuado a lo que llaman inversiones intangibles o silenciosas-, resulta que no caben en ninguna vía existente en Mallorca ni alcanzan, por su singular altura, para ninguno de nuestros andenes y ahí están, aparcados, y ahí habrán de seguir hasta que se derritan, los conviertan en chatarra o suceda un milagro, en la vía muerta de algún garaje. En las cocheras de Son Rullán, creo. Armengol desvió 104 millones del convenio de carreteras a nóminas y subvenciones. Habría que preguntarle, tal vez, a la OCB. O no. La deuda balear por pleitos de inseguridad jurídica asciende a 800 millones. El gremio audiovisual reclama 2,5 millones al Consell. Mejor ni hablar de Calvo. Nigeria Unida. Las esculturas perdidas de Carles Gispert. El culebrón de Can Domenge. Son Oms. Palma Arena. Suma y sigue.
Y sigamos, pues, con que a Jaume Carbonero, desde su Conserjería de Vivienda, le dio por llenar el espacio y las paredes de sus sueños, se supone, con las obras de su prima, vaya riesgo, y de Ramón Canet. Todo queda en familia y acaba, como es habitual, en el sumidero de los sótanos, entre las cajas y embalajes del polvo y el aire suspendido. Tendrían que explicarlo, sí. Pero todo. Y todos. Y desde el principio.



Ah, y la fe de erratas;-)

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