LA TELARAÑA: «No era això, companys…»

sábado, diciembre 3

«No era això, companys…»

La respuesta al debate de los sabados en El Mundo: ¿Cree que el Govern de Bauzá incumple su promesa de libre elección de lengua?

Sí. Un partido político no debería convertir sus promesas electorales, con la mala fama que tienen y la indecorosa alcurnia que exhiben, en dudosas armas arrojadizas con las que cazar votos y sumar adhesiones para, cuando llega la hora difícil de la verdad consumada, empezar a añadirles matices y rémoras, disyuntivas y contorsiones, embargos y plazos, medidas cautelares y toda esa letanía de recortes y demoras -lengua común o propia, donde sólo vale la materna- que nunca se sabe a dónde conducen porque el camino se eterniza y los tiempos cambian, corren, vuelan, y ya nada es lo que era y mira, esto es lo que hay y ya veremos qué sucede luego y si sucede y cómo y cuándo y sí y no y puede ser y hasta, quizá, lo sea, pero ahora no hay forma de aclararse porque la voluntad inicial se ha convertido en otra cosa y con la inercia ya se sabe, la vida son los ríos que van a dar a la mar y allí -no hay prisa- nos encontraremos. Si hay suerte, claro. O sea, que no. Rotunda y definitivamente, no. Esto no es serio ni coherente.
Lo venía avisando UPyD y los hechos, tozudos, se empeñan en darles la razón. La política lingüística del Partido Popular en las Islas ha sido, hasta la fecha, un quiero y no puedo, un revolotear tibio y perezoso por entre dos aguas, la de la asfixia consentida de la inmersión y la de la respiración asistida, muy de vez en cuando. Casi con disimulo y como con miedo al qué dirán. Es lo que tiene navegar a pecho tatuado por un mar de dudas y vacilaciones. Que a cada vaivén de la marea le sucede el abordaje del pánico y vuelta a empezar, como los cangrejos. El barco sigue inmóvil en mitad de ninguna parte y apenas si se vislumbra la costa entre la niebla, la hipnosis y los cánticos que llegan de un país imaginario donde, como se sabe, habitan las sirenas. Esos monstruos bellísimos.
Lo dijo, creo, la catedrática sueca Inger Enkvist y lo escuchó, casi puedo jurarlo, el conseller de Educación, Rafael Bosch. No se estudia matemáticas o química para salvar a las matemáticas o la química. No se estudia inglés, español o catalán para salvar a esas lenguas. ¿Por qué habría, pues, que perseverar en cursos de primeros auxilios, más o menos encubiertos y subvencionados, cuando lo que toca es formarse en la lengua que sea, o en todas las lenguas posibles, con el único fin de salvarse a sí mismos cara al futuro? Pues eso.

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