LA TELARAÑA: Utopías y debacles

lunes, diciembre 5

Utopías y debacles

La Telaraña en El Mundo.

Europa (y no América) siempre fue la mejor de las utopías. Y el euro, quizá, el mejor remedio contra la enfermedad o mutación genética de los nacionalismos. Pero ahora todo eso empieza a estar en entredicho. Europa vuelve a parecer un inmenso campo de batalla por donde transita el espectro encadenado de las Grandes Guerras, una evocación de desembarcos y muros en la memoria, un acerado laberinto de identidades difusas, que sólo renacen cuando se alcanzan -y hasta superan- los límites de la catástrofe. O la barbarie.
Igual ese es el problema de los sueños. Que la luz del alba los mutila y que el dinosaurio hambriento de la realidad sigue ahí, inmóvil y con las fauces abiertas. Soñamos, todos, que la democracia era el ágora griego y que ya tocaba revivirlo, pero el nubarrón ácido de la usura se posó sobre nosotros y empezó a descargar su lluvia de deudas, su déficit virtual de activos, su metafísica prima de riesgo, su lacra inverosímil de especulación y su desenlace, cruel y estúpido, de paro y crisis. Y de esa pesadilla no se sabe cómo se despierta. Si se despierta.
En Inca, una reciente campaña publicitaria rescató las antiguas pesetas para el comercio cotidiano. ¿Sólo es eso, publicidad, o es un augurio, quizá, de lo que se avecina? El euro parece encarnar, cada vez más, lo que nos separa y no lo que nos une. Es lo que tiene adoptar los mismos símbolos en escenarios diferentes. Que no significan lo mismo. O peor aún. Que acaban por significar lo contrario. O nada.

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