LA TELARAÑA: Los hombres huecos

viernes, marzo 2

Los hombres huecos

La Telaraña en El Mundo.

Es cierto que en la foto última, la del éxtasis y el canto gregoriano de «La Internacional», tan sólo se advierten un par de puños alzados, pero eso no hace sino confirmar el perfil en llamas de la tragedia. El XII Congreso del PSIB, que iba a ser el de la renovación y la savia nueva, se convirtió en la eclosión anunciada del nacionalismo más rancio, el de Francina Armengol y su séquito de convidados de piedra, tan sonrientes ellos -y ellas- en el limbo donde no cabe otro credo que el retorno a la Prehistoria, las antorchas titilando en el hogar de las cavernas y la oscuridad adentro y afuera. Ah, la tribu y sus miedos ancestrales.
Pero los lugares estrechos sólo engendran seres estrechos. E ideas mezquinas y serpenteantes que sólo sirven -si sirven- como manual de supervivencia o guión de telebasura. Cuando todo es puro espectáculo siempre hay una claque y un gallinero repleto. «Rebelión en la granja». Orwell redivivo. «Homenaje a Cataluña». O algo así.
Pienso ahora en «Los hombres huecos» de T. S. Eliot y dejo revolotear el corro triste de los niños, el pelaje de las ratas o la brisa gris sobre la humanidad entera. Dejo, también, que otra música me envuelva mientras, en el piélago de los viejos conceptos, la lengua, la etnia o la localización geográfica se convierten en meras excusas para el olvido y el despilfarro. Pero el de Armengol ha sido, es y será, un embargo en toda la regla.

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