1.-
Escribo sobre ficciones impalpables que invento en el transcurso difícil de un descenso quimérico. Un fuego en mí mismo me recuerda otro fuego en el interior del mundo. Será por eso que anhelo un invierno perenne, o no, que doy por ciertas innumerables dudas, creo.
Escribo con teclas que se atoran y así se repiten como en una mecánica obsesión de perpetuar su ignorancia, su curiosidad o sus ansias de golpear con sus puños como puñales las arterias sanguíneas, las notas musicales del estertor de los enigmas. Me deshago con un simple gesto de muchas conversaciones estériles y de bromas zafias y de malos humores. Busco lugares estrechos, mínimos, y simas arriesgadas que quieran abrirse a un vacío que no existe. Quizá sólo exista lo que imagino y la imaginación tenga poderes demiúrgicos, creo.
Por si acaso, evito los rincones de la insidia, la avaricia y la mentira. Rodeo las rutas imposibles, las geometrías obtusas, las estancias frenéticas y las delirantes. Nada quiero entre melancólicos, negligentes, superficiales o leves. Evito los locos de amor y los locos desesperados. Tampoco me embriagan los bufones ni sus juegos malabares. Abomino de los embrujados, que sus conjuras siempre acaban en mentiras y me dan risa, risa triste, pero risa, risa cierta, creo.
Desciendo como sin sentir la inercia, con un paso que no se inmuta ni se altera. Un paso perplejo pero confiado, como conocedor del terreno. No puede haber nada de otro mundo en este descenso al fuego interior del mundo, creo.
Vislumbro el estrato cercenado de tantos días de gloria y también de muerte vergonzosa. Rememoro en ellos los cuerpos que amé y dejo al pasar, como por descuido, una sonrisa de flores en los que me amaron. Nunca es tarde para reconocer errores, pero ya es imposible repararlos, creo.
Acabo este descenso en la proximidad del fuego mismo. Sé que me aguardo en ese interior centelleante. No podré contaros ese reencuentro, creo.
2.- Novedad en Puertas Abiertas
Relatos y poemas, que os recomiendo, de Carmen Hérnaiz.
Escribo sobre ficciones impalpables que invento en el transcurso difícil de un descenso quimérico. Un fuego en mí mismo me recuerda otro fuego en el interior del mundo. Será por eso que anhelo un invierno perenne, o no, que doy por ciertas innumerables dudas, creo.
Escribo con teclas que se atoran y así se repiten como en una mecánica obsesión de perpetuar su ignorancia, su curiosidad o sus ansias de golpear con sus puños como puñales las arterias sanguíneas, las notas musicales del estertor de los enigmas. Me deshago con un simple gesto de muchas conversaciones estériles y de bromas zafias y de malos humores. Busco lugares estrechos, mínimos, y simas arriesgadas que quieran abrirse a un vacío que no existe. Quizá sólo exista lo que imagino y la imaginación tenga poderes demiúrgicos, creo.
Por si acaso, evito los rincones de la insidia, la avaricia y la mentira. Rodeo las rutas imposibles, las geometrías obtusas, las estancias frenéticas y las delirantes. Nada quiero entre melancólicos, negligentes, superficiales o leves. Evito los locos de amor y los locos desesperados. Tampoco me embriagan los bufones ni sus juegos malabares. Abomino de los embrujados, que sus conjuras siempre acaban en mentiras y me dan risa, risa triste, pero risa, risa cierta, creo.
Desciendo como sin sentir la inercia, con un paso que no se inmuta ni se altera. Un paso perplejo pero confiado, como conocedor del terreno. No puede haber nada de otro mundo en este descenso al fuego interior del mundo, creo.
Vislumbro el estrato cercenado de tantos días de gloria y también de muerte vergonzosa. Rememoro en ellos los cuerpos que amé y dejo al pasar, como por descuido, una sonrisa de flores en los que me amaron. Nunca es tarde para reconocer errores, pero ya es imposible repararlos, creo.
Acabo este descenso en la proximidad del fuego mismo. Sé que me aguardo en ese interior centelleante. No podré contaros ese reencuentro, creo.
2.- Novedad en Puertas Abiertas
Relatos y poemas, que os recomiendo, de Carmen Hérnaiz.
Etiquetas: Creación, Literatura
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