LA TELARAÑA

viernes, septiembre 19

Es posible, pero no seguro, que alguna ecuación matemática pueda englobar tantas incógnitas...



Mis pasos se alejan - su eco decreciente me lo demuestra - mientras me acomodo tranquilamente en las vacilantes hamacas de la tarde que ennegrece. Resulta paradójica la escucha, pero la vigilia merece la pena.

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Es un prodigio asistir desde aquí a lo que sucede siempre en otra parte. ¿Dónde? Ya lo dije: aquí - donde el espectador da sentido al espectáculo.

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Mi hombre de la luna - desdentado y ojeroso - vende su droga de mentiras en los atriles de los colegios, en los púlpitos, en los programas de máxima audiencia, en las portadas de las revistas más vendidas. Yo le escucho sin oírle y sin verle le miro fijamente. No hay problema. Está acostumbrado al desprecio: nunca conseguirá olvidar lo que sabe de sí mismo...


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La mano sangrienta del herido se cierra como un puño. No es esa la mejor manera de pedir ayuda. Pero quizá no la precise y sólo pretenda retener ese instante de sangre que se le escapa a borbotones.


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Hoy hicimos el amor. Te imaginé distinta y me resultaste otra: la que siempre está a mi lado.


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Intenté resolver el poema con una sobredosis de silencio.

También probé con abundantes y rebuscadas metáforas.

Cambié el nombre a las cosas y me olvidé de las concordancias y los tiempos verbales. Me enamoré de incomprensibles jeroglíficos y elaboré con su sentido oculto una nueva teoría de las conjunciones.

Algo fracasó cuando quise mostrarte mis progresos y ya te habías ido.




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