tótem y tabú
La Telaraña en El Mundo.
El murciélago nos ronda y mirar hacia otra parte no solucionaría el problema. Lo convertiría en tabú y tabúes nos sobran. No podemos sacrificarlo. Tampoco nos serviría convertirlo en un burro catalán. Quedaría más aparente, es cierto, pero ya tenemos demasiados burros catalanes en plaza y además los tiempos no corren, vuelan, y a falta de algo más rápido y seguro bien que nos valen los radares ocultos del maldito roedor, con fama fraudulenta de vampiro.
Ello explicaría los altos vuelos de Miquel Nadal y su previsible caída en picado o cómo las auto-entrevistas de Munar –tanto en prensa como en televisión- acabarán constituyendo un género literario aparte. El de la palabra boba que se reproduce rápida para, poco a poco, casi como un eco arrojado al vacío, desvanecerse en nada. Nos deja un cierto rubor. Un sabor desagradable. Así me entero de que en Mallorca el reciclaje de residuos es la hostia, el no va más. Y que para el 2017 una tercera parte de nuestros residuos será, perfecta y ecológicamente, reciclada. Por ley, por defecto, porque sí. ¿Tendremos que esperar tanto para que Munar sea, también, no un residuo, sino una venerable boñiga de murciélago? Saludablemente reciclada, por supuesto.
Vivimos tan inmersos en los símbolos que apenas ya sí reparamos en ellos. ¿Saben que no hay tribu sin su animal totémico y que el de Mallorca ha sido siempre un murciélago? Pues eso. Súbanse, si les place, a los altos del pequeño obelisco de la fuente de las Tortugas y fíjense en el depredador nocturno, en el membranoso y alado ratón ciego que nos representa. Quizás en ese símbolo de la noche, de la transgresión y de lo prohibido encontraremos algunas de nuestras claves más íntimas y olvidadas.
El murciélago nos ronda y mirar hacia otra parte no solucionaría el problema. Lo convertiría en tabú y tabúes nos sobran. No podemos sacrificarlo. Tampoco nos serviría convertirlo en un burro catalán. Quedaría más aparente, es cierto, pero ya tenemos demasiados burros catalanes en plaza y además los tiempos no corren, vuelan, y a falta de algo más rápido y seguro bien que nos valen los radares ocultos del maldito roedor, con fama fraudulenta de vampiro.
Ello explicaría los altos vuelos de Miquel Nadal y su previsible caída en picado o cómo las auto-entrevistas de Munar –tanto en prensa como en televisión- acabarán constituyendo un género literario aparte. El de la palabra boba que se reproduce rápida para, poco a poco, casi como un eco arrojado al vacío, desvanecerse en nada. Nos deja un cierto rubor. Un sabor desagradable. Así me entero de que en Mallorca el reciclaje de residuos es la hostia, el no va más. Y que para el 2017 una tercera parte de nuestros residuos será, perfecta y ecológicamente, reciclada. Por ley, por defecto, porque sí. ¿Tendremos que esperar tanto para que Munar sea, también, no un residuo, sino una venerable boñiga de murciélago? Saludablemente reciclada, por supuesto.
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