LA TELARAÑA: cien días

lunes, julio 16

cien días

La Telaraña en El Mundo.





Empiezo la noche –la mirada entre el agua erizada y la Catedral al fondo- con la música celta de Folk Rose. La acabaré, a la salud de la SGAE, con los mp3 de Lorenna McKennitt. Lo étnico siempre da juego. Joana Lluïsa Mascaró tuvo un sublime e inenarrable destello de lucidez cuando aseveró que los Premios Mallorca dan prestigio a la lengua catalana. Otros, por mucho menos, se despiertan enrolados en la Legión, acaban consintiendo la inserción de anuncios de prostitución por palabras en su web -como los muy liberales del, desde siempre, libérrimo Circulo Balear- o saltan desde el ático infantil de sus mejores sueños y entonces ya no despiertan. Ningún premio da prestigio a ninguna lengua y sólo unos pocos, muy pocos, premios dan cierto crédito al autor laureado y a su obra, que no a la lengua, ese neuronal ectoplasma que los comisarios lingüísticos convierten en impuesto revolucionario. Pero soportar políticas de diseño para prestigiar una lengua como el catalán –tan insuficiente e insignificante, para unos, como fashion y afrancesada, para otros- resulta ser el cava nuestro de cada día. Si ya lo era con el anterior ejecutivo qué no será con éste. Un espanto.

Será por eso que la OCB carga contra Nájera, que habla un español espléndido hasta en los juzgados. O que Antich se reúne con Montilla, por ver si les readmiten en el IRL. Espero que el sarampión, el duelo entre la lengua común y la propia, dure poco, porque hay problemas en la calle, como en las arenas ibicencas, mucho más urgentes. Y una cosa es reclamar cien días de gracia y otra demorar cien días riéndoles las gracias.

Mientras tanto resultará impagable asistir al espectáculo de Munar, muy en su rol de busto intocable, dejando constancia de su peculiar vara de medir las cosas. Esta mujer encarnará lo que se quiera y algo más, pero esperar que pase desapercibida en su cómoda poltrona, jugueteando con su cronómetro y su pequeño martillo de juez y parte, es del todo imposible. Otro espanto.

Etiquetas: