LA TELARAÑA

jueves, julio 19

A veces pasa que la noche se convierte en un suplicio contra el sueño que no llega o llega a ráfagas y envuelto en alaridos y no hay silencio adentro ni posibilidad de dejarse mecer, acunar, y que una mano cierre tus párpados y el mundo se cierre, al fin, con ella.

Ahora los versos antiguos se olvidan y vuelvo a la página en blanco, ese simulacro plagado de apariciones y desapariciones. Hago caso omiso a los signos que esparcí -creo, me temo- para no perderme.

No perderse, aquí, significaría repetirse. Mal asunto, aunque pueda tener los efectos balsámicos de la adormidera. Hay que empezar de nuevo sabiendo que el camino es otro y otro el paisaje y el terror y las revelaciones. Sean.

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