agostados
La Telaraña en El Mundo.
Parecería, si el escepticismo nos permitiera creer en algo, que vivimos entre números. Cort destina nueve personas para vigilar los parques de Palma. Pocos parques parecen esos. Medio Ambiente desplaza a quince colaboradores para la recogida de medusas. Pocas medusas caerán en esas redes. El verano es así de austero. ¿Para todos? No, la OCB –la “Opus Linguae”- sigue recibiendo millares de euros. Está claro que hay cruzadas infatigables, repletas de fe y liturgia, de éxtasis identitario, que no son de este mundo. O sí. El mundo es un lugar bastante perverso. Pero hoy no hablaré de IB3.
Hierve el verano de curvas magníficas, insoportablemente vertiginosas pero, por desgracia, pasajeras. Hay que hacerse con ellas, pensamos sin pensar muy en serio y es, entonces, cuando ellas se hacen con nosotros y nos aniquilan. Algo así sucede en McLaren entre Alonso y Hamilton. Los foros de internet están transidos de llamas. Es el infierno. Al primero le insultan por ser el mejor y no ser catalán o, lo que es lo mismo, por ser asturiano. Al segundo por no ser lo uno ni lo otro. Poco ayuda la constante presencia folklórica de su padre ni el venerable amor británico por todo lo propio, aunque sea más de cartón piedra que de veras. ¡Lo que descolocan al mundo unas simples curvas!
Luego está el sexo, que está siempre –y ni Letizia en bikini cambia eso- pero ahora se nota más. Por ejemplo, en “Sexo con seso” que es, me dicen, una campaña informativa y no una receta culinaria. Lástima. Los sesos de la infancia, rebozados de harina y aliento materno, me siguen pareciendo el mejor de los afrodisíacos. Ahora los científicos apuntan que, tal vez, tengamos el sexo, como los malditos roedores, entre las aletillas de la nariz. No sé. Prefiero buscarlo mucho más adentro, entre los lóbulos y circunvalaciones del cerebro, en su interior cálido y definitivo. Júbilo explosivo en las rotondas del pensamiento. De ahí, al interior misterioso de unos muslos torneados, sólo hay un paso.
Hierve el verano de curvas magníficas, insoportablemente vertiginosas pero, por desgracia, pasajeras. Hay que hacerse con ellas, pensamos sin pensar muy en serio y es, entonces, cuando ellas se hacen con nosotros y nos aniquilan. Algo así sucede en McLaren entre Alonso y Hamilton. Los foros de internet están transidos de llamas. Es el infierno. Al primero le insultan por ser el mejor y no ser catalán o, lo que es lo mismo, por ser asturiano. Al segundo por no ser lo uno ni lo otro. Poco ayuda la constante presencia folklórica de su padre ni el venerable amor británico por todo lo propio, aunque sea más de cartón piedra que de veras. ¡Lo que descolocan al mundo unas simples curvas!
Luego está el sexo, que está siempre –y ni Letizia en bikini cambia eso- pero ahora se nota más. Por ejemplo, en “Sexo con seso” que es, me dicen, una campaña informativa y no una receta culinaria. Lástima. Los sesos de la infancia, rebozados de harina y aliento materno, me siguen pareciendo el mejor de los afrodisíacos. Ahora los científicos apuntan que, tal vez, tengamos el sexo, como los malditos roedores, entre las aletillas de la nariz. No sé. Prefiero buscarlo mucho más adentro, entre los lóbulos y circunvalaciones del cerebro, en su interior cálido y definitivo. Júbilo explosivo en las rotondas del pensamiento. De ahí, al interior misterioso de unos muslos torneados, sólo hay un paso.
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