LA TELARAÑA: literaturas

lunes, octubre 13

literaturas




La Telaraña en El Mundo.




Días atrás recorrí Palma -alguno de sus polígonos industriales empapados de sol y lluvia, alguna de sus plazas repletas de niños y arena, alguno de sus bares encrespados de sudor y aceite, alguna de sus míseras zonas verdes, mitad pintura sobre asfalto, mitad la incierta esperanza de los esquejes- absolutamente enfrascado en la lectura de los versos del último libro de Antonio Rigo: «Poemas del bosque y de la lluvia» (Baile del Sol. Tenerife, 2008). Sólo recuerdo que casi me atropellaron un par de veces –frenadas chirriantes, bocinazos, improperios varios- mientras asistía a la lenta transformación de un hombre en árbol -que de eso trata el poemario- y a la milagrosa conversión de la urbe en una jungla metálica donde el único artificio capaz de calmarla era esa lectura peligrosa y salteada, perfecta en su destino de ofrecer un refugio contra el agobio de la tribu o más aún, el laminado reflejo de una verdad antigua que ya no está al alcance de todos.

Mientras tanto, a JMG Le Clézio –sobre el que no hablaré, porque apenas leo novela, ese oasis de los grafómanos- le concedían el Nobel de Literatura. Sus primeras palabras versaron sobre las dificultades de los jóvenes para que les publiquen. Tiene razón y no la tiene. Aquí en las islas se edita todo lo que se escribe en catalán y muy poco de lo que se hace en castellano. La culpa es de las subvenciones –adobadas con la ingenua lacra de la autoedición, ese amor oscuro, su doble usura- y de la política lingüística, la inmersión y el ahogo, el vacío cultural, el gulag, el apartheid, la ética del verdugo y el ritual de las mazmorras. Por eso Rigo, como Inés Matute o Jorge Espina, han recalado en Canarias. No queda tan lejos ni hay barcos de rejilla.

A falta de más libros podemos, eso sí, examinar el catálogo de testaferros, las cajas de facturas falsas, las órdenes de embargo o el largo y tortuoso camino hasta Son Oms. Con toda esa literatura bien podría empapelarse Es Baluard y hasta la Playa de Palma. Quedarían relucientes.

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