LA TELARAÑA: las tragaperras de la dignidad

sábado, agosto 29

las tragaperras de la dignidad

La respuesta a la pregunta del debate en El Mundo: ¿Cree, como ha pedido UPyD, que todos los políticos imputados por casos de corrupción deben dimitir?





No. Manejar, invertir y hasta distraer -si procede- dinero público en la revoltosa y chispeante ruleta rusa del poder político, económico e institucional -aquí valen por igual todas las metáforas sin que ninguna se nos aparezca como única ni autosuficiente- tiene su punto, devoto o no, de levitación y vértigo transitorios, su perfil de actividad de riesgo cierto y extremo, su cariz excitante de emoción lúdica, conceptual y transgresora, su vaivén ácido y caótico de ética y estética entremezcladas como en un cóctel, no se sabe si espirituoso o explosivo, su contrapunto final, inevitable, de que tanta algarabía acaba convirtiéndose, siempre, en un ejercicio de estilo no apto para todos los paladares.

Chapotear en el barro puede ser, sin duda, vistoso y divertido, pero también bastante sucio, con los grumos a borbotones del lodo dejándolo todo perdido, chisporroteando informes -y sentencias, dictámenes, connivencias, la rapsodia de los tránsfugas, la esmerada selección fotográfica de las víctimas o la inmunidad de los célebres verdugos encapuchados- por doquier. Ante los ojos de todos. En sus narices. En las nuestras.

Pero la vida es una completa imputación en sí misma -por decirlo de un modo suave y fonéticamente ambiguo-, una partida de póker entre tahúres a la que jugamos sin conocer las reglas y sin disponer de las fichas reglamentarias. El juego nos juega: las fichas somos nosotros. Nosotros somos el premio y también el castigo. El fin último y el principio. La banca y, cómo no, la bancarrota. Hubo una vez -o eso dicen- un crupier por alguna parte, pero se marchó y ya nadie lo recuerda. Igual se cambió de bando y está jugando, ahora, a nuestro lado. El juego es un tragaperras de la dignidad. Pura retórica. O el juego es el juego. Y esto es la guerra.

Por eso UPyD tiene, como casi siempre, la razón cuando pide que los imputados dimitan de sus cargos públicos, cesen de sus prebendas y tomen el asendereado camino de los elefantes cuando les llega la hora crepuscular y violácea del último viaje político. Tiene razón y no la tiene. Mejor que dimita antes el director del casino y quién ordenó su construcción y quiénes posibilitan que el maldito tinglado aún se tenga en pie. Para construir hay que demoler primero. Y hacerlo a fondo. Hasta que las ruinas se conviertan en cimientos. Y la existencia de los tahúres deje de tener sentido.

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3 Comments:

Blogger Unknown said...

¡Coño! Esto es un golpe bajo:

"Mejor que dimita antes el director del casino y quién ordenó su construcción y quiénes posibilitan que el maldito tinglado aún se tenga en pie."

¡No me lo esperaba de ti!

29 de agosto de 2009, 16:26  
Blogger Juan Planas Bennásar said...

XDDDDDD Te prometo que cuando lo escribí me acordé de tu Tinglado (pero no es el mismo tinglado:-)

Un abrazo!

29 de agosto de 2009, 17:59  
Blogger Unknown said...

... ya lo sabía, ya lo sabía!!!


:-))))))))))))))))))))))

pd. órdago con la suegra esta noche. Ella triunfante. El tinglado al carajo. Se admiten estancias de acogida por semanas o meses

29 de agosto de 2009, 22:33  

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