LA TELARAÑA: el silencio de los corderos

sábado, septiembre 19

el silencio de los corderos

La respuesta al debate en El Mundo: ¿Debería el PP balear convocar un congreso abierto a todos los militantes?





No. Escribir cuando uno lleva toda la noche -la del jueves al viernes- intentando escapar del clamor del viento, los rayos y los truenos -por no hablar de la grotesca pesadilla de la mujer con bragas negras y pechos desnudos, guante rosa de boxeo y una ciclópea cabeza de cerdo sobre los hombros, que expuso Concha Vidal en la galería Xavier Fiol: el horror del botellón civilizado de la Nit de L´Art- resulta un doble ejercicio de estilo. Por un lado, se agradece el regreso al silencio y por el otro, las palabras todavía arrastran algún síntoma de ambigüedad, resaca o somnolencia, algún déficit significativo esencial y así, triturarlas, resulta no sólo más fácil, sino mucho más fascinante.

Pero mi respuesta negativa de hoy es un acto reflejo. Como cuando te golpean en la rodilla y balanceas la pierna, involuntariamente. ¿Existe, aún, la militancia política? ¿La tiene el PP? ¿Se trata de gente que gasta carnet y cuota mensual? ¿Reciben, puntualmente, el manual actualizado del buen militante, los sucesivos decálogos de cómo enfocar la actualidad sin fenecer en el empeño? No tengo ni idea.

En otros tiempos cuando conocías a alguien -a esa chica tan neumática con la que te hubieras embarcado en una eterna vuelta al mundo o al joven barbilampiño que improvisaba, en los corros de la Universidad, mítines, asambleas e ilusorios estados de excepción- lo primero que sabías era si militaba en el PC de Carrillo, en alguna cédula de lira trotskista o en Fuerza Nueva (esto último sólo lo descubrías cuando ya era tarde y tenías que salir corriendo hacia no importa dónde: el mundo era joven y te parecía enorme). En realidad, sigue siéndolo, aunque ahora los únicos militantes con los que es fácil toparse sean de la OCB, de alguna facción isleña de ERC o del Lobby ese para la independencia y el barco de rejilla. Milicianos de la estulticia.

Si preguntarles a ellos sería una solemne pérdida de tiempo, hacerlo con los del PP -o los del PSIB, por ejemplo- se me antoja un imposible. Su respuesta dejaría al partido huérfano de sus actuales cúpulas directivas. Ello sería fantástico para todos, menos para quienes se empeñan en dirigir, legislatura tras legislatura, el cotarro como si les fuera la vida en ello. Quizá les vaya y no tengan, los pobres, otra forma de sobrevivir a la tortura de no saber, a la vez, vivir y dejar vivir. Eso sí que es grave.

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